No hay duda. Todo ha sido muy bonito. No se le puede poner un pero, una coma, un ápice de crítica a nuestra Semana magna. Porque, como siempre, todo sale perfecto. El orgullo cofrade anda hoy por las nubes. O por encima de ellas, para no mojarse.
Habrá muchos que no entiendan que el patrimonio de una cofradía es lo de menos, y que lo realmente importante es que quede bien claro lo que es una hermandad puntera y valiente, se moje quien se moje. Que lo de menos es poner en peligro a músicos, nazarenos y hombres de trono, porque lo que realmente trasciende es que todo el mundo vea lo bonito que queda un cristo o un palio bajo plástico. Que luego hay que restaurar, pues se restaura, y no pasa nada.
Los habrá que no alcancen a comprender que un mayordomo de una cofradía pueda, sin pudor y a cara descubierta, unir religión y política, porque no se puede ser cofrade y disfrutar de la Semana Santa si se es de izquierdas. Hay que ser de derechas, y mucho. Lo suficiente como para comprender la grandeza de Franco. Le importa muy poco lo del anonimato del nazareno y aquello de amar al prójimo, mientras que quede cristalino su odio hacia rojos y demás calaña. Que no tendrían ni que tener vacaciones. Ateos, más que ateos.
Seguro que tendremos a un grupito de quejosos de los aforamientos, de las restricciones de movimiento, de las vallas. No entienden que es por su seguridad, por la de todos. Y si no se recurre a la misma medida en las terrazas de bares y restaurantes es para que tengan la libertad de comerte unas croquetas y ver pasar a los tronos a la vez. Tú no, ellos. Que es que no nos damos cuenta de que la Semana Santa es para el visitante, para el extranjero, para el turista, y nosotros, los malagueños, no somos más que los figurantes necesarios, los verruguitas, los sayones, la masa necesaria para el disfrute del personal. Porque ya sabemos que el turismo deja mucha riqueza, y seguro que no protestarán cuando MAHOS nos envíe por correo a cada malagueño su correspondiente cheque, su parte proporcional de toda esa riqueza que generamos.
Mi única pena es que no hemos podido disfrutar de una petalada a un paso de cebra, o una saeta a la nada. Pero descuiden, que todo se andará.