Los registros no son rigurosos pero las cifras indican en términos relativos que el sucidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de entre 15 y 29 años solo por detrás del cáncer. Con todo, Miguel Guerrero, psicólogo clínico y coordinador de la Unidad de Prevención en Intervención en conducta suicida en el Hospital Costa del Sol, en Marbella, apela a evitar el alarmismo: los números absolutos indican que, en esa franja de edad, se producen 4,8 suicidios por cada 100.000 habitantes en Andalucía; en el conjunto nacional, se han contado unas 300 personas fallecidas. Entre los menores de 14 años, en 2020, último año de referencia, se registraron 14 muertes. Pero sí considera que los guarismos convierten al fenómeno en un serio problema de salud pública que precisa de investigar y diseñar una estrategia que haga lo posible por evitarlas. En general, con una proporción de tres a uno, en cuanto al sexo, con mayor incidencia entre los varones.
Guerrero, que participará con una ponencia titulada Cifras y letras en las terceras jornadas organizadas por la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP) sobre prevención del suicidio en jóvenes y adolescentes el próximo 11 de noviembre, dirigidas a profesionales sociosanitarios y de la educación, asociación de familiares y afectados, jóvenes y asociaciones juveniles, y ciudadanía en general, explica que no hay una única causa. Muchos de estos sucesos están vinculados al acoso escolar, pero también influyen el consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias tóxicas a edades tempranas, la incertidumbre y frustración ante un futuro sombrío por la coyuntura económica, la influencia negativa de las redes sociales o la precariedad y la falta de recursos específicos en salud mental.
“Los niños con enfermedades mentales o con padres que padecen trastornos psicológicos graves, en situación de desamparo, menas, las víctimas de abusos sexuales o físicos tendrán más propensión, o que se autolesionan (un 9% del total)”, agrega.
Podría evitarse si se fomenta la prevención. “Es cosa de todos: administraciones públicas, profesionales de la Justicia, Bienestar Social e Igualdad, de Sanidad, especialmente psiquiatras y psicólogos clínicos, asociaciones de padres y madres y docentes, las familias”, señala, remarcando la necesidad de reforzar la comunicación, ser capaces de detectar señales y, también, de involucrarse en la tarea de ayudar a que los niños y los adolescentes encuentren un motivo para vivir la vida.
José Luis Bimbela, doctor en Psicología y psicólogo salubrista, profesor asociado de la EASP, autor de Vosotros no tenéis la culpa. En torno al suicidio, y organizador de las jornadas, apunta la importancia de abordar el sentido espiritual en el abordaje de la prevención del suicidio. “En las dos primeras ediciones tratamos los factores biológicos, teniendo en cuenta que, como dijo el psiquiatra Antonio González, los fármacos son necesarios a veces, pero nunca suficientes, y lo social, las respuestas del entorno ante las primeras ideas suicidas”, relata. “Ahora introducimos el factor espiritual, la capacidad de dotar de sentido a la vida a través de una vocación, la religición, el arte o la ayuda a los demás, y la salud ética”, continúa. En cuanto a este último concepto, cita al filósofo José Antonio Marina, cuando concluyó que la felicidad es la suma de mi bienestar y el bienestar del otro. El propio Bimbela, que planteó quitarse la vida hace diez años, rehusó a hacerlo porque se dio cuenta de que haría un daño inmenso e innecesario a sus padres. “Decidí cuidarme más y mejor y amar al prójimo como a mí mismo”.
El especialista confía en el éxito de estas jornadas, que han sumado más de 1.500 inscritos en dos días, y espera superar los 2.500 del año pasado. Además, ha incluido la participación de jóvenes para reflexionar en torno al suicidio. “Trabajar con ellos -concluye- siempre es rentable”.