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Atando Cabos

Miguel, enamorado

Tengo la edad justa para apreciar al poeta que como hombre se enamora, ama y desea a las mujeres

Publicado: 16/11/2022 ·
10:12
· Actualizado: 16/11/2022 · 10:12
  • miguel hernández -
Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente y verso suelto

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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El treinta de octubre ha sido el aniversario de Miguel Hernández, hace quince días que hubiera cumplido ciento doce años, el poeta que me deslumbró en la adolescencia con su “Niño yuntero”. Era un hombre del pueblo, un poeta social, pero sobre todo, un hombre, que como tal amó, deseo, se enamoró y lo cantó en sus poemas.

Tengo la edad justa para apreciar al poeta que como hombre se enamora, ama y desea a las mujeres. Abro los poemas que escribió  a los veinticuatro años, de su libro "El rayo que no cesa", ese que su mujer dice que no va dirigido a ella sino a una mujer mala. Mala para ella, Miguel interrumpe su noviazgo por un tiempo, se trata de la genial Maruja Mallo. Mujer en plenitud a los treinta y dos años, física y artística, atraída por la masculinidad de Miguel. Miguel lleva trajes anchos y alpargatas (le hacen daño en los pies los zapatos), alguna vez va vestido de soldado, no es un figurín como algún otro del 27, pero atrae a las mujeres del movimiento, no sólo a Maruja, también a María Zambrano y otras.

Maruja acaba de salir de una relación con Alberti y no quiere sufrir, quiere disfrutar del sexo y de la vida. Miguel desea y se siente deseado pero espera algo más de esta relación. A mí me dejan seducida sus versos. Valoro además cómo se influyen artísticamente ambos en sus obras de la época.

A la que Josefina no rechaza porque es incapaz de reconocerla es al amor platónico de Miguel, María Cegarra, científica y poeta. Se conocen pronto, en Orihuela, en el homenaje a Gabriel Miró de 1932. Luego vuelven a verse en Cartagena dónde es invitado para presentar  "Perito en Lunas" y a partir de entonces empieza la amistad epistolar, dónde siempre expresará su ansia de verla. Irá varias veces a su pueblo, La Unión, tendrá que resignarse a la imposibilidad de su amor y por último, le enviará un soneto del libro "El rayo que no cesa" con una carta: "Para mi queridísima María Cegarra con todo el fervor de su Miguel Hernández ". Ella también le escribe poemas, uno se lo dedica explícitamente: "Presencia de Miguel": "Nadie /-ni antes ni después de ti-/ Supo, sabe /pronunciar mi nombre/…".

Con la tercera mujer destacada de su vida, se casará. Y será a ella, a la joven, hermosa, sencilla, Josefina Manresa a la que construirá un universo tierno de esposo enamorado, convirtiéndose para siempre en el marido soñado.

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