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Viernes 19/04/2024  

Arcos

“Lo que nos va a hacer cambiar no es la concienciación, sino el bolsillo”

Entrevista con la médico Julia Franco Zapata, del centro de salud de Arcos

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  • Con 66 años de edad, Julia Franco se jubila, pero deja un importante legado humano y profesional en el centro de salud de Arcos. -

Si  la jubilación se puede considerar un éxito por la culminación de toda una vida de trabajo, a la médico Julia Franco Zapata le ha llegado esa hora de dedicar su tiempo a otras tareas, que, conociendo su perfil inquieto y reflexivo, seguro no son pocas.

Julia se jubila en el centro de salud de Arcos, donde se ha entregado en cuerpo y alma a los demás, en ocasiones sufriendo la incomprensión e incluso los insultos tan tristemente de moda en este servicio público, pero siempre desempeñando la medicina con la vocación y profesionalidad de la que compañeros y usuarios no dudan.

Sevillana de nacimiento, hija de gallegos afincados en Andalucía y estudiante de Medicina en la Universidad de Sevilla,  a los veintisiete años aprobó las oposiciones como médico titular con adscripción de cupo de la Seguridad Social. Su destino fue Arcos, donde sus primeras amistades fueron sus compañeros de trabajo, aunque antes había tenido una breve experiencia en tierras  extremeñas. En el terreno personal, Julia es madre de Manuel y Ángel, el primero conocido por su faceta artística como el guitarrista ‘Manuel de Julia’, mientras que el segundo hace sus ‘pinitos’ en el mundo empresarial junto a su hermano.

¿Cómo fueron esos inicios en la ciudad?

–Conocí a compañeros mayores que yo que fui jubilando. Empecé a trabajar el día 5 de noviembre de 1983, y tres años después, en el 86, llegó la reforma sanitaria con la que empezamos trabajar de otra manera. Ya existía el ambulatorio del Barrio Bajo como parte de un proyecto de la Diputación provincial. Viví aquella reforma con mucha ilusión porque venían compañeros que habían hecho Medicina de Familia, gente muy preparada y gente muy joven y con ganas de comerse el mundo. Estábamos todos por el cambio; ya no eran las dos horas de ambulatorio donde se veía a mucha gente. Llegué a tener sesenta pacientes, e incluso más; eran recetas y más recetas. Me quedaba más tiempo porque era imposible organizar el trabajo en dos horas. No obstante, había compañeros que tenían hasta 120 o 130 pacientes en dos horas. Y los despachaban…

En comparación con estos tiempos…

–Ahora nos quejamos de falta de profesionales. Las reformas, como todas la reformas, quedan más en el papel que en la realidad.  Un principio de aquella reforma fue la educación para la salud y se trabajó muchísimo. Arcos, entre una de las matronas y yo, abrimos la consulta de planificación familiar. La gente no tomaba anticonceptivos, tenía los hijos que “Dios quisiera”… Dábamos muchas charlas informativas y motivamos a la gente. Ahora bien, pasado todo ese tiempo, hace falta un cambio. No voy a decir que la sanidad se ha deteriorado, pero necesita un cambio. Me pregunto qué pasó con aquello de la educación para la salud. El principio no debe estar en tomar una pastilla, sino en cuidar tu propio cuerpo, que seas responsable de tu actitud ante la vida. El ejercicio físico y la dieta son esenciales.

O sea, ¿se ha abandonado la prevención en beneficio de la industria farmacéutica?

–El sistema nos premia bajando la prescripción y la carestía de lo que recetamos. Arcos está entre los centros de salud de Andalucía con el menor gasto farmacéutico y en histórico. Yo particularmente quité mucha medicación porque creo que la salud no la mantiene un fármaco; para quien lo necesite realmente, por supuesto. No estoy en contra de la industria farmacéutica, las empresas investigan para ganar dinero. Mientras la sociedad y los políticos lo permitan, ahí estamos.

¿Qué percepción se lleva por tanto de la sanidad pública ahora que se jubila? La sanidad suele estar en el alero político y social…

–Veo mucho estrés en la gente. Las personas quieren tenernos en cualquier momento y circunstancia, un poco más y nos invitan a comer… -comenta irónicamente-, pero yo lo entiendo porque hemos vivido mucho estrés con la pandemia, que hemos sufrido desde la población hasta los profesionales. Aquí no se libra ni Dios. El miedo lo hemos pasado todos. El coronavirus nos ha hecho retroceder y la clase política está jugando mucho con los profesionales. A la hora de la verdad, cuando llegan unas elecciones se ganan o por educación o por sanidad. Qué casualidad. Se podría ahorrar en personal incluso si el sistema fuera otro. Tenemos un sistema social donde el gasto y la combustión de derivados fósiles que cada día nos hace enfermar más, están a la orden del día. Esto no para. Vamos a acabar en una sociedad que se va a comer a sí misma.

La pandemia, lo peor vivido por los sanitarios. Inicialmente por el desconcierto de enfrentarse a algo desconocido…

–Evidentemente, es lo peor que he vivido. Coincido con los compañeros en que la clase política no ha sabido responder. En la pandemia ha respondido mejor la población que la clase política, de un signo o de otro, donde le pillara. La población fue la que estuvo ahí, haciendo mascarillas, batas con bolsas de basura… Ha sido tremendo. Nos enfrentábamos a algo desconocido. Los primeros protocolos eran los protocolos del Ébola, una enfermedad muy letal y contagiosa. ¿A qué nos enfrentábamos? La política presiona, las farmacéuticas, la población… y por medio los medios de comunicación que también querían sus audiencias… En fin, el tinglado social en el que estamos inmersos.

¿Y hemos sacado algo en claro?

–Creo que poco porque la gente sigue poniendo su salud en manos del sistema sanitario y el sistema sanitario no es el garante de la salud de la población. Cuando enfermas ahí está el hospital, pero no es garante de que enfermemos. El no enfermar depende en gran medida del cuerpo, que tenemos que mimar con una alimentación adecuada sin tantos colorantes y conservantes, etc. Me satisfizo hablar con un hostelero de Arcos que me comentó que querían servir varios restaurantes algunos platos típicos de toda la vida, porque estamos llegando a un punto peligroso con lo que comemos.

De acuerdo, pero muchas enfermedades tienen que ver con las condiciones atmosféricas… De hecho, ha realizado estudios al respecto sobre la calidad del aire, por ejemplo en Arcos de la Frontera. Fue en su día una de las personas más representativas de la Plataforma No a las Térmicas…

–Por supuesto. Cómo podemos explicarnos que avance el cáncer de pulmón en mujeres no fumadoras. Es una noticia de estos días. No es por el tabaco, sino por la contaminación del aire por la la combustión de los derivados fósiles. Creo que estamos en un momento donde lo que nos va a hacer cambiar no es la concienciación, sino el bolsillo: la crisis energética, la ocupación de Ucrania… Parece mentira que estas cuestiones sean las que nos hagan cambiar a paneles solares.  De la Plataforma No las Térmicas hace ya veintidós años. Por aquel entonces empezamos un estudio epidemiológico, en concreto sobre el cáncer asociado al uso de pesticidas… En parte nos hemos concienciado, entre otras cosas porque el producto sin pesticida es más rico. La gente suele decir, por ejemplo, “como las manzanas de aquellos tiempos…”. La calidad del aire en Arcos, mirando índices, está en parámetros normales, pero sí es cierto que la central de gas se nutre de energía solar. Es curioso, para maximizar su producción, cuánto gasta Iberdrola para producir energía. Yo diría que casi un tercio. El gas es el mejor pagado... Esto es de Perogrullo. No he abandonado la lucha ambiental, aunque ya tengo 66 años. Ya no me voy con los activistas a las manifestaciones y esas cosas. Para trabajar a mi edad he necesitado más descanso, evidentemente.

¿Cómo afronta su jubilación?

–Seguiré viviendo en Arcos porque soy “arqueña”.

Su carácter extrovertido le hizo ganar amistades rápidamente hace casi cuarenta años, nada más llegar a Arcos...

–Mis compañeros me suelen decir que conozco a todo el mundo.  Llegué con 27 años. La gente me tocaba como algo extraño, ¡tocaba a un médico! Me reía y lo percibía así. Fui en cierto modo pionera en el cambio de mentalidad sobre la percepción que tenía la gente de lo que era un médico. Yo procuraba mostrarme una persona cercana y normal, como la que ejerce cualquier otra profesión. He ido a todo tipo de bares. Una amiga psicóloga me decía que yo era muy empática.

Y razón tenía.  

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