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Notas de un lector

Te dejo mis años

Bartebly edita “Sabor de moras en agosto”, un libro ambicioso, de útil supervivencia, dador de una verdad legible, turbador, obra de Manuela Temporelli

Publicado: 19/12/2022 ·
10:16
· Actualizado: 19/12/2022 · 10:16
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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El primer libro de Manuela Temporelli vio la luz en 1997, “Lluvia en el corazón”. A éste, le seguirían en 2008, “Un ala rota”, el disco-libro “De cal y arena. Homenaje a Camarón de la Isla”(2010) y“Cuaderno de Budapest”(2014).

Ahora, Bartebly edita “Sabor de moras en agosto”, un libro ambicioso, de útil supervivencia, dador de una verdad legible, turbadora, y desde el que se aprecia una dimensión alternativa y cuántica. La voz de la poeta madrileña desentraña a quemarropa símbolos, metáforas, imágenes…, y amplía de manera fecunda los conceptos de la realidad:
“Si me voy, quien os vendrá,/ solo la primavera me responde con sus lilas despiertas para abrazar el regazo ya frío de mi madre,/ y si me quedo, quién me abrirá la puerta de la casa en la arrasada sala de juegos sin vasijas/ si me voy ¿os llegará la primavera como indicio de un despertar sin pesadillas?”.

Dividido en cuatro apartados, “Un poco de locura en primavera”, “Voy a volver a mí”, “Mayo y Darío” y un “Epílogo” -que otorga título al conjunto-, el volumen converge en la aspiración de ordenar lo fronterizo, de sembrar la tierra más fértil de las palabras, de sorber todo aquello que nos pueda hacer diferentes y, también, felices. Por eso, los versos que rozan la conciencia de este yo poético asaltan, remueven, sacuden el interior en un intento inequívoco de tensionar lo vital hasta alcanzar lo más profundo del ánima: “Pero celebro todos y cada uno de los días de mi vida, incluso aquel que nace detrás de una escalera cubierta con el fango de un útero parido. Y me celebro en ti, en tu memoria leve, en tus manos -deprisa, deprisa para que nadie sepa-. Nada más me acompaña en esta oscuridad de los gritos cerrados”.

Escribe Juan Carlos Mestre en su coda que este “`Sabor de moras en agosto´” es un libro lleno de infinitud y delicadeza moral, un libro donde vivirán para siempre las más amadas presencias que dieron forma entre nosotros a la conciencia de ser, al vuelo del ser sobre las ruinas de la historia”. Y no le falta razón, pues al abrigo de estas páginas hay, a su vez, un cautivo desafío, un sentido desvelo, una sugestiva insistencia que se afana en ser eco de una voluntad inmensamente humana y mutua: “Era tal la sencillez de aquella falda/ planchada al mediodía,/ como sencilla era la voz de tu garganta/ llamando a los reunidos en un corro/ que la mesa está puesta, muy sencilla”.

En suma, un libro de alto vuelo, de óptima temperatura lírica, que recorre el miedo y la ventura, que abraza cuanto pudo haber sido, que sostiene toda la sed del tiempo, y escribe, entre su fuego, todo el amor derramado: “Te echo de menos/ te echo de menos/ me lanzo a tu cuello/ me lanzo a tus brazos/ te envuelvo en mi pecho/ te enredo en mis labios/ me llevo el recuerdo/ te dejo mis años”

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