Valentína llegó hace diez meses a España y este año, por primera vez, ha celebrado la Navidad con sus dos hijos, Alenxander y Yelyzaveta (Liza) Kotsiuruba, por las costumbres europeas para huir de la influencia rusa. Los tres han puesto luz a estas fiestas en San Xoán de Río (Ourense), un pequeño ayuntamiento de apenas 500 habitantes donde viven bajo la tristeza de la guerra en Ucrania.
"Llegamos el 21 de marzo a España desde Járkov, la situación allí es difícil, nuestra casa resultó destruida en los bombardeos", cuenta a EFE esta mujer que lucha por dar a su familia un nuevo futuro en España.
Las dificultades comenzaron nada más salir del país, ayudados por la asociación SOS Ternópil. Días después se enteró de que su marido murió. Pese al duro golpe, se muestra agradecida: "Tengo que agradecer el apoyo recibido aquí".
Sus dos hijos estudian. Alexander, de 16 años, un ciclo de FP de electricidad y Liza, su hija de 17, economía en Trives y también logística "online" en Ucrania. Sueñan con encontrar un trabajo cuando acaben y, si es posible, irse a vivir a una ciudad más grande. "Al principio fue duro, extrañaban la vida allí, me decían: mamá vamos a Ucrania a vivir, pero ahora están más tranquilos y contentos de estar aquí", añade.
Con los ecos de la guerra en mente, esta mujer ha luchado por preservar el espíritu navideño por el calendario católico y no el ortodoxo, propio de los países eslavos. Por eso, en medio del salón luce un gran árbol de Navidad. No quiere saber nada, eso sí, del Ded Moroz -equivalente a Papa Noel- en su zona de origen y que se encarga de llevar a los niños regalos en Nochevieja, el día grande en Ucrania.
"Necesitaba mantener viva esa tradición, por eso compré el árbol", asiente. En la actualidad, en Ucrania conviven dos Navidades, una por el calendario católico, el 25 de diciembre, y el 7 de enero por la festividad religiosa ortodoxa. La mitad de los ucranianos se rigen por el calendario juliano y por eso celebran la Navidad 15 días más tarde.
En Ucrania Valentína regentaba una floristería y sus dos hijos combinaban sus estudios con el deporte y otras aficiones. Su hija mayor prefirió quedarse en Nikopol con su marido y la hija de 7 años. Este año, esta familia ha cocinado 'kutiá', un pudin típico de trigo hervido, con semillas de amapola y miel.
Por el momento, Valentína no se plantea volver a Ucrania a corto o medio plazo. "Allí no hay agua, ni electricidad, está todo bombardeado". Sus hijos sueñan con encontrar un trabajo e irse a vivir a una ciudad más grande con su madre. "A mí me gustaría pintar uñas y maquillar", comparte Liza.
En la cercana localidad orensana de Celanova, Svetlana explica que este año no ha tenido ganas de celebrar la Navidad. "No tengo humor, la situación es muy difícil", cuenta esta joven ucraniana, quien de momento no ha tenido suerte a la hora de encontrar un trabajo que le permita mantener a su familia y, quien sabe, poder regresar algún día a su país.
En la actualidad, vive junto a su madre y sus dos hijos pequeños con otras familias, principalmente madres con hijos, en un piso que les han cedido a título particular Belén y Amadino. Con el apoyo de varias personas apuran para aprender bien español y encontrar trabajo.
"Entiendo que será muy difícil volver a Ucrania en los próximos años, por lo que ahora me gustaría encontrar trabajo y vivir en España, a ser posible en una ciudad más grande", cuenta esta joven visiblemente apenada por la situación en Járkov. Su proximidad a Rusia hacía que tuviese muchas amigas de ese país.
La madre y los dos hijos de Svetlana llegaron a Galicia en marzo, de la mano de SOS Ternópil, mientras que ella llegó tres meses después de un breve paso por Polonia para trabajar y así ahorrar algo de dinero.
"Fue muy difícil, mis hijos de 5 y 9 años extrañan mucho a su padre, lloran prácticamente cada día", lamenta Svetlana, visiblemente preocupada por no tener trabajo.
Con los recuerdos de la vida en su país -era entrenadora de Fitness en Ucrania- ahora lucha por empezar de nuevo junto a su madre y sus dos pequeños. "Los maestros dicen que él es muy inteligente" y su hija ganó recientemente un campeonato de judo, sonríe. Su ilusión sería irse a una ciudad más grande con ellos.
Con la guerra presente, estas familias piensan en su futuro más próximo bien en España o en cualquier otro país, con la esperanza de poder regresar algún día a Ucrania. Por unos días, han tratado de dejar a un lado su dura situación y celebrar juntos la Navidad. "Hace falta", coinciden. El árbol de Navidad lo demuestra.