Como patrimonio oral transmitido de generación en generación, abierto al mundo y valorado por un pueblo que lo reconoce como parte de su identidad, intentará ver cumplido el sueño de muchos si finalmente es catalogado como patrimonio cultural inmaterial, que resarciría un primer intento fallido, en 2005.
Cinco años después, el arte jondo, una música y un arte de transmisión oral que ha ido modelándose desde hace varios siglos en la Baja Andalucía en sus distinta expresiones de cante, guitarra y baile, aspira a quedar inscrito en la lista de la Unesco que salvaguarda este tipo de manifestaciones culturales.
Ello supondría un reconocimiento mundial y social, la dignificación y mayor difusión de este arte donde no se conoce, si bien en algunos círculos flamencos se cree que sería un espaldarazo más institucional que real porque el flamenco, en la práctica, ya es patrimonio de la humanidad al no entender de fronteras.
Para este reto, en el que se han implicado las instituciones, la práctica totalidad del mundo flamenco y una sociedad que se siente representada por los valores inherentes a una cultura propia, la Junta de Andalucía ha desarrollado desde el pasado enero la campaña Flamenco Soy de adhesión a su candidatura ante la Unesco.
La iniciativa ha sido compartida con las comunidades de Extremadura y Murcia –donde este arte también tiene un gran arraigo histórico y social, igual que en Barcelona o Madrid–, y ha contado con el respaldo del Gobierno de España.
La campaña, titulada Flamenco Soy y más intensa que la de hace cinco años, ha llevado la promoción de la candidatura a capitales como Madrid, Barcelona y París, festivales internacionales de este arte como el de Mont-de-Marsan (Francia) e incluso a la Exposición Universal de Shanghái (China), en una campaña que ha recabado más de 25.000 apoyos procedentes de más de sesenta países.
A más de 300 de artistas flamencos se han sumado representantes políticos, institucionales y de la cultura y el deporte, para respaldar la candidatura de una manifestación que el nuevo Estatuto de Autonomía de Andalucía ya reconoce como patrimonio cultural de esta región.
También ha recibido la adhesión de la Casa Real, el Congreso de los Diputados, el Parlamento andaluz, ayuntamientos, el Instituto Cervantes o numerosas de las peñas flamencas repartidas por España.
El flamenco nació del mestizaje y del cruce de raíces culturales árabe, sefardí y gitana en Andalucía, y se ha expandido por todo el mundo, aunque la muestra más espectacular es que en Japón hay más de 600 academias donde aprenden más de 60.000 alumnos de la mano de artistas llegados de España, embajadores de este patrimonio.
Transmitido oralmente desde hace siglos y preservado por grandes dinastías gitanas de Andalucía, históricamente está ligado al quejío del pueblo andaluz para expresar sus penas y sufrimiento, aunque en constante evolución y también con palos más festeros.
Ya a comienzos del siglo XIX hay testimonios fiables de cantaores que van perfilando sus estilos, que en muchos casos son expresión de trabajos penosos como los cantes de la siega y trilla.
El flamenco pasó después a los cafés-cantantes, y vivió épocas sometido a los deseos de los “señoritos” en sus fiestas nocturnas.