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Escrito en el metro

De otra manera

Bien sabes que olvidarás todos tus recuerdos, tanto los más oscuros como aquellos que llenaron de alegría tu alma

Publicado: 05/07/2024 ·
09:36
· Actualizado: 05/07/2024 · 09:36
  • Hay que cuidar la memoria. -
Autor

Salvo Tierra

Salvo Tierra es profesor de la UMA donde imparte materias referidas al Medio Ambiente y la Ordenación Territorial

Escrito en el metro

Observaciones de la vida cotidiana en el metro, con la Naturaleza como referencia y su traslación a política, sociedad y economía

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Cuando te sientas cansado y viejo, no dudes que el Bosque del recuerdo es el mejor destino para tu sosiego espiritual. Cuídate cuando llegues al estanque, donde crecen los lotos y los nenúfares. Invita a las libélulas a que te escolten y a las luciérnagas a que te iluminen. Allí, en el fondo lodoso, se esconden los lotófagos. Estos seres te invitarán a comer con ellos las grandes, vistosas y hasta suculentas flores de aquellos vegetales flotantes que compiten, en su esplendor y brillo, hasta con el mismo sol. Entonces deberás adoptar una difícil decisión. Si comes las albidas flores de numerosos estambres, bien sabes que olvidarás todos tus recuerdos, tanto los más oscuros como aquellos que llenaron de alegría tu alma. Pero alguien sin memoria es como un ser sin sombra, pierde el respeto de la buena gente. La memoria es siempre la piedra angular del camino hacia el futuro, hacia la eternidad. Cada hoja de los árboles de aquel bosque es un trozo de memoria, lo más preciado de su acervo, de los que reposan en un sueño sereno y plácido. Hasta las frondes caducas en su renovación tienen la grandeza de ofrecernos las mejores enseñanzas. Contempla el diálogo de aquellas que al caer se recrean en su pasado antes de formar parte de ese humus que las devolverá a la savia para seguir creciendo. La memoria histórica nos hace crecer como personas, como seres que nos valemos de los recuerdos para optar en cada paso, ante cada situación, frente a la toma de las decisiones más difíciles, para ser capaces de perdonar y de tener el valor de pedir el perdón por los errores cometidos. Seguro que allí recibirás espléndidas lecciones, desde la altivez de la gran araucaria, que pronto se alzará como el árbol más alto de la ciudad, hasta la humildad de los palmitos o del bien aseado madroño perlado de frutos escarlatas. Cuando creas haberlo aprendido todo sigue la enseñanza de Govinda, inclínate profundamente hasta la tierra, ante el sedente inmóvil, cuya sonrisa te recordará todo lo que has amado en tu vida, lo que en tu vida ha sido de valor. No hay sentencia que más odie oír que aquella con la que se afirma con rotundidad: como no puede ser de otra manera. Hasta aquella máxima de El Guerra de que lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible, es un axioma que siempre debe ponerse en cuestión. Sí, hay otra manera.

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