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Respeto total en el barrio de San Francisco: pasa el Señor de las Tres Caídas

La procesión de Cristo y su Madre de la Amargura ejemplifican la creencia en Dios

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Tres Caídas y su barrio caminaron juntos bajo el signo del fervor que nació hace 74 años y que ha ido creciendo con la propia hermandad del Lunes Santo, para escenificar ese inmenso respeto religioso en una de las procesiones mejor preparadas y de mayor sentido luctuoso de cuantas desfilan en Arcos.


Tres Caídas y la Amargura representan ante los ojos de todos el tortuoso camino a la Cruz, donde Cristo declinó tres veces, en este caso sin la ayuda de Cirineo y seguido de una madre, como cualquiera que se precie, llorando la inevitable muerte de un hijo: un destino fatal si desestimamos, como se presupone, la trascendencia de la muerte de Jesús y su triunfo para la vida eterna.
Decenas de personas, con Cristo o con la Virgen, siguieron los pasos en silencio, compartiendo la penitencia de los nazarenos y pidiendo a Dios por lo que sea.


Como ya ocurriera en la procesión del Prendimiento un día antes, las siete de la tarde dejó un cielo aún soleado para permitir la salida de Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas, cuyo paso de claveles rojos quedó flanqueado por una enorme caravana de nazarenos de riguroso negro y cruz blanca en su antifaz, la presidencia del párroco de San Francisco, el tradicional cuerpo de acólitos con sus característicos largos incensarios y, detrás, por la impresionante banda de cornetas y tambores de la hermandad que este año, felizmente, cumple su vigésimo quinto año de marchas procesionales dedicadas a Cristo y a su Madre.


La incorporación de nuevos instrumentos, convierte a la banda en una sinfonía de sonidos pasionales que da gusto escuchar al unísono con los andares de los pasos.
La Virgen se mostró en todo su esplendor, aunque con las velas apagadas por el viento adverso en este sentido, vistiendo manto granate con bordados en hilo de oro.


El palio de María Santísima de la Amargura bailó detrás del pesado misterio del Hijo, avanzada por varios tramos de nazarenos, abriéndose uno de ellos con el detalle de un hermano de fila portando la cruz de Cristo y una estola entre las manos.

Y es que la procesión en sí, está llena de matices, algunos de ellos ya frecuentes como el acompañamiento del hermano franciscano que simboliza con su presencia el carácter de la orden que asumió hace unos años la hermandad. El principal estreno de este año en la hermandad ha sido, sin duda, su nuevo hermano mayor, David Arias, quien seguro sabe perpetuar los valores de la corporación tras haber conseguido el máximo respaldo de los suyos.


La agrupación musical de Palomares acompañó el precioso palio de María Santísima de la Amargura, poniendo música a la plasmación de la fe en Dios.

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