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La excepción que confirma la regla

Sería una excepción que todos los grupos municipales acordaran una agenda conjunta para contribuir a la recuperación y a la diversificación económica de la ciudad, pero ésa es del tipo de excepciones que sólo se producen cuando las obliga el protocolo, no el compromiso político

Ser la excepción que confirma la regla puede ser bueno y puede ser malo, aunque en ambos casos suponga una especie de consuelo. En cualquier caso, se trata de una anomalía, y hay ocasiones en que la vida parece estar hecha solamente de ellas; al menos, se prodigan con bastante frecuencia, y casi siempre con un enorme valor explicativo. Mariano Rajoy ha recurrido a una esta semana para dar por cerrado el triste episodio del puñetazo. “Es la excepción que confirma la regla”, reconoció entre resignado y complaciente un día después de los hechos: los españoles somos civilizados y educados; el gesto de aquel joven fue una anomalía dentro del orden establecido de las cosas, que a veces responde a tratados de buena conducta, a ejercicios de responsabilidad, y otras a un mero informe sociológico.     

Yo mismo he incurrido esta semana en una anomalía. Me he sentido anomalía. Se ha publicado un estudio en el que se vinculaba el voto de cada ciudadano con sus gustos musicales, cinematográficos y deportivos. Resulta que los míos coincidían con un partido al que no pienso votar nunca, salvo que incurra en la excepción; peor aún, los gustos de los votantes de los partidos a los que sí podría votar se encuentran a años luz de los míos, incluso me generarían un conflicto de intereses. ¿Me convierte todo eso en la excepción que confirma la regla? Entiendo que sí, a niveles estadísticos, pero también desde la aliviadora condición de la anomalía cuando posee carácter benigno, y ya saben lo que dijo Woody Allen: “Lo mejor que te pueden decir en la vida no es Te quiero sino Es benigno”.

No es mi único caso. Si hoy escribo un buen artículo será la excepción que confirma la regla. Si en el próximo cumpleaños familiar acierto con el regalo, será la excepción que confirma la regla. Si mi compadre Samuel baja este mediodía al bar y se encuentra con que su cuñado le invita a una caña, será la excepción que confirma la regla; si, en cambio, se trata de mí, también.  Si logro acertar por fin la combinación ganadora de la Primitiva, será la excepción que confirma la regla, aunque a este paso será imposible. No sólo yo, si un periodista en paro recibe esta semana una oferta de empleo, después de varios años de tormento existencial, será la excepción que confirma la regla, casi un milagro. Si una empresa, apoyada por la recuperación económica que muchas han empezado a abrazar, decide subirle de nuevo el sueldo a sus empleados, y dejar de fondo la reforma laboral y el estirado argumento del “qué estás dispuesto a hacer por tu empresa”, será la excepción que confirma la regla.

Son el tipo de anomalías que nos definen, y en la mayoría de los casos es preferible tomarlas con sentido del humor. Como decía Ortega y Gasset para fundamentar el “yo soy yo y mi circunstancia”, la realidad circundante “forma la otra mitad de mi persona”, y vaya si hemos tenido tiempo de tomárnoslo al pie de la letra en los últimos años; claro que también hicimos lo propio cuando vivimos inmersos en la burbuja.

El caso es que tampoco estamos para tantas excepciones, sobre todo cuando no dependen de nosotros, y vivir de lleno una campaña electoral en plena campaña navideña lo ha sido -a la gente parece hasta que le cuesta felicitarte las fiestas; será que después de un mes de zambombas hemos perdido la noción del tiempo-. También lo ha sido esperar que Estados Unidos y China vayan a asumir todos los compromisos medioambientales que se les han exigido en la cumbre del clima en París, o que vaya a haber jornada de liga en Nochevieja. Y, por supuesto, sería una excepción que todos los grupos municipales acordaran una agenda conjunta para contribuir a la recuperación y a la diversificación económica de la ciudad, pero ésa es del tipo de excepciones que sólo se producen cuando las obliga el protocolo, no el compromiso político, pese a que en ambos casos son igual de convenientes.

También hay excepciones que han dejado de serlo, como Halloween o el Black Friday -el Thanksgiving day debe estar más próximo de lo que imaginamos-. Por eso mismo, no perdamos las buenas costumbres y pasen una Feliz Navidad.

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