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Lo que queda del día

Diagnósticos sin tirabuzones

Celebremos, pues, el día de la provincia, pero más aún que sepamos de una vez lo que quiere ser de mayor. No necesitamos más puestas en escena, tampoco más diagnósticos ni más estadísticas; nos basta con que hallen las soluciones. El enigma es que no hay enigma

Francis Underwood ha vuelto. El presidente de ficción más sórdido de la televisión se enfrenta esta temporada a las primarias de su partido y al candidato republicano. De fondo, un tema cada vez más recurrente: el control de los votantes a través de la huella digital que dejamos en nuestros terminales electrónicos. Digamos que ha empezado a formarse en la materia. En lo que es un maestro consumado es en su forma de ver la política, de servirse de la política para mantenerse en el poder. En una de sus últimas maniobras provoca que el Partido Demócrata convoque votaciones territoriales para elegir a quien será su candidato a vicepresidente. Sus asesores le advierten: “¿Es que quiere convertir la convención demócrata en un circo?”. A lo que Francis responde: “La política ya no es sólo teatro. Es un espectáculo, así que intentemos dar el mejor espectáculo de la ciudad” -conste que en la versión original no dice “show”, sino “showbusiness”; es decir, negocio, dinero, lo que pervierte aún más la sentencia-.

La frase llega con algunas semanas de retraso para ponerla en correspondencia con lo que ocurrió en el Congreso de los Diputados el día de la sesión constituyente, pero seguro que lleva escrita casi un año. Que el presidente de ficción Underwood piense lo mismo que han puesto en práctica los diputados de Podemos no resulta halagador, pero sí concluyente: prefiero de presidente a un Underwood antes que a un Iglesias; al menos al primero se le ve venir de frente y tiene poco de “cursi”. Pero, tranquilos, tampoco está en mi mano, y de las opiniones ya sabemos lo que pensaba el inspector Callahan, que aunque también sea de ficción era bastante rotundo: se le entendía con pocas palabras.

Conviene tenerlo en cuenta ahora que acabamos de celebrar el Día de la Provincia, porque aunque el acto de ayer comenzara y acabara con música en directo, tuvo poco de espectáculo, menos de representación y mucho de palabras en el aire dispuestas a ser ensartadas en el compromiso de los que están llamados a hacer provincia y a acabar con sus “contradicciones”. Reconoció con antelación la presidenta Irene García en Ondaluz TV que no tiene “una varita mágica” para solucionar los problemas de la provincia, pero también que está “cansada de diagnósticos. Hay que pasar a la acción, tener altura de miras”, y eso pasa por muchas cosas, pero fundamentalmente por dos: “actuar de forma conjunta” -entre partidos, administraciones y agentes socioeconómicos- para “superar la confrontación política, porque será la mayor herencia que podemos dejar a esta tierra”, y “pensar en clave provincial”,  acabar con los localismos, que es como la asignatura que dejamos siempre para septiembre.

Las amenazas, como reconoció en su discurso de ayer, están ahí, muy presentes en el día a día de cada ciudad y de muchos ciudadanos: el desempleo, la precaridad laboral, la falta de acceso a la vivienda, la emergencia social... Pero son amenazas a “las que ya no nos podemos permitir responder con desdén ni con tirabuzones”, como cuando nuestra tierra se proclamó referente y cuna de las libertades, sino con un proyecto en común que parta de los hechos diferenciadores y de los potenciales con que cuenta, como está ocurriendo con el caso del turismo y de las exportaciones.

Celebremos, pues, el día de la provincia, pero más aún que sepamos de una vez lo que quiere ser de mayor -no será por años-. Al menos parecen haberse dado por aludidos los que tienen que ponerse de acuerdo. No necesitamos más puestas en escena, ni más discursos con paredes de cristal, ni tantas manos tendidas, ni tantos golpes de pecho, tampoco más diagnósticos ni más estadísticas; nos basta con que hallen las soluciones. El enigma es que no hay enigma, y hasta han desaparecido muchas de las fronteras que nos separaban entre sí, entre nosotros mismos, porque nos conocemos mejor, porque nos sentimos más cerca unos de otros, porque apreciamos y compartimos lo de unos y de otros. Si hasta acaban de dar solución al último Teorema de Fermat, cómo no hacerlo con una provincia como la nuestra.

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