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Jerez

“Si me quedaba en mi país era ir a prisión o palizas"

La pesadilla de un ciudadano africano de 34 años por ser homosexual

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  • Juan y un trabajador social. -

Aunque parezca mentira,  todavía hoy en 77 países del mundo se considera un delito ser homosexual. Es el caso del país africano del que procede Juan, de 34 años, quien prefiere utilizar un nombre ficticio y que se le pixele su rostro, después de haber tenido que salir huyendo para evitar la cárcel o que lo mataran a palizas por su orientación sexual. El último episodio por el que fue vejado y decidió que no podía quedarse más allí ocurrió cuando el personal del hotel en el que se encontraba con otro hombre los sacó “a empujones” y medio desnudos en mitad de la noche mientras los increpaban. Ya en la calle, llegó a pensar que no saldría de allí con vida. “La gente que estaba fuera empezó a pegarme y a insultarme y los del hotel fueron partícipes también de alguna manera”, relata.


Fue entonces cuando contactó por un amigo por internet que vivía en Alemania. En casa, su propia madre, con la que procura hablar cuando puede, le dijo que se tenía que ir “porque me iban a matar, ya que si me cogían me iban a entregar a la Policía, era prisión o palizas”, señala. Dejaba a su familia, sus amigos y su trabajo en una tienda de zapatos.


Tras desistir por las vías oficiales, y no poder hacerse con un visado, pagó 2.000 euros para llegar a España en toda una odisea  a pie y por mar en la recta final, que comenzó en Nigeria, hasta llegar a Argelia, Marruecos, y de allí en una pequeña lancha llegó a Almería. Uno de los momentos más duros, como él mismo relata, fue atravesar el desierto de Argelia y salir airoso de la travesía en mar desde Marruecos a Almería, algo que muchos no consiguen.


“Hay gente que muere  en el desierto”, reconoce muy serio, en un testimonio que desgraciadamente para Accem no es nuevo por otros casos en los que también han intervenido. “Al bloquearse la ruta segura para que estas personas lleguen a España, se alimenta a las mafias. Nosotros conocimos el caso de una familia siria de cuatro miembros que pagaron 30.000 euros para llegar a Ceuta, y que en el camino perdieron a abuelos porque no pudieron soportarlo”, explica el director de esta ONG.


Ahora Juan es solicitante de asilo en España, ya que además de por razones de guerra o políticas, la ley permite pedir protección internacional por tener que huir de tu país por tu condición sexual, además. Desde hace un mes vive en un piso de acogida para refugiados en Jerez con una pareja de Ucrania. “Todo está bien, no hay ningún problema”, señala cuando se le pregunta por cómo se está adaptando.

La barrera del idioma
¿Cómo es su día a día?Tal y como él mismo explica con la ayuda de un intérprete, pues habla inglés y francés, pero se desenvuelve mejor en este último idioma, se levanta sobre las siete de la mañana cada día, se asea, realiza las labores domésticas y  asiste a sus dos horas diarias de clases de castellano (9 a 11). Vuelve a casa, prepara el almuerzo, ve la televisión, estudia un poco de castellano, y hace algo de deporte o se da una vuelta para conocer la ciudad.
Eso sí, reconoce que la dificultad del idioma le impide entablar menos relaciones de amistad de las que quisiera, aunque en su día a día tampoco se encuentra solo. “Saludo  a mis vecinos, voy a diario al comprar el pan, y  he entablado más amistad con francófonos con los que coincido en lugares como el locutorio;  aunque no tenga amigos sí mantengo conversaciones con el personal de las tiendas del barrio en el que vivo”.


Y es que, como admite, hasta ahora, “lo más difícil ha sido el idioma”, por lo que cree que  “cuando aprenda castellano perfecto ya todo irá bien”. Lógicamente, su principal inquietud, además del idioma, es poder “regularizar” su situación, dado que actualmente aunque su demanda esté admitida a trámite, no tiene el estatuto de refugiado concedido. Una vez que esto ocurra, su idea es  “encontrar empleo y poder establecerse de alguna manera”.


Lleva poco tiempo en Jerez, pero que lo que más le ha sorprendido hasta ahora es cómo la Semana Santa se vive como si se tratase de “una gran fiesta”,  lo cual sería impensables en su país de origen.

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