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El pobrecito hablador

Se callen, coño

No me aterra el que existan mentes tan cerradas y obtusas que ven en una obra de arte motivo de escándalo, sonrojo o atentado contra la moralidad

Publicado: 26/02/2018 ·
16:48
· Actualizado: 26/02/2018 · 16:48
Autor

Francisco Palacios

Palacios es matemático y programador. Publicó su único libro hace ya unos años y sigue siendo el autor más leído de su calle

El pobrecito hablador

Escribo sobre lo que me gusta, pero sobre todo sobre lo que me disgusta, como un grito desesperado para no ganarme una úlcera

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Hay días en los que cuesta un enorme trabajo no sentir vergüenza ajena ante tanta mediocridad y borreguismo imperante. Se me hace muy cuesta arriba mirar el almanaque y ver que sí, que es cierto, que estamos en España y en pleno siglo XXI, y no en el primer capítulo de Cuéntame. No me escandaliza el oportunismo de un artista cualquiera que, aprovechando la coyuntura, obtiene su día de gloria a santo de himnos y letras, letras de una calidad cercana a la de los versos de cualquier estudiante de primaria enamorado de su compañera de pupitre. Quizás, los que no vivamos en Miami no sepamos apreciar el dolor de la distancia ni sus beneficios fiscales. Lo que realmente me ruboriza es la rapidez con la que las máximas figuras del extremo-centrismo  han abrazado tan desinteresada idea, con una devoción cercana a la colonoscopia. Mientras tanto, decenas de investigadores dan pasos de gigante hacia la cura del cáncer sin merecerse ni siquiera una palmada en la espalda. A lo mejor es porque no les dan las gracias a Dios por haber nacido aquí. No me aterra el que existan mentes tan cerradas y obtusas que ven en una obra de arte motivo de escándalo, sonrojo o atentado contra la moralidad. Lo que me asusta y acojona hasta el tuétano es que esas mentes ocupen puestos de responsabilidad, capaces de decidir qué podemos ver y qué no, que podemos leer y qué debe ser secuestrado, oculto y quemado para que no altere nuestras bien pensantes mentes y no nos salgamos del carril. Porque todos somos Charlie Hebdo, pero no me  toques los cristos, no me pixeles los presos. No me gustan las mordazas ni las ataduras, no por lo que implican de recorte de la libertad de cada cual, sino porque nunca queda claro cual será el siguiente desatino ni dónde está el límite de la tijera. Hoy son tuiteros, raperos, humoristas, que expresan sus opiniones, más o menos acertadas, pero que acaban en la cárcel con las mismas penas que por matar a una prostituta o abusar de una anciana. Hoy es por opinar; quizás mañana sea por pensar, a no ser que pienses como ellos, como a los que les brilla el corazón y no piden perdón. Aunque deberían.

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