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Cádiz

Cuando ir de misiones cambia el mundo y la vida

La Diócesis de Cádiz y Ceuta tiene repartidos por distintos continentes a 70 misioneros gaditanos

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Van con el objetivo de cambiar el mundo, pero a quienes les cambia la vida es a todos aquellos que experimentan en alguna ocasión ‘hacer las misiones’. Este domingo se celebra el Domund, un Domingo de Oración Mundial por los Misioneros. Una celebración que arrancaba en 1822 y a día de hoy continúa con el claro cometido de ayudar a los misioneros en su labor evangelizadora desarrollada entre los más pobres.

La Diócesis de Cádiz y Ceuta cuenta con unos 70 presbíteros, religiosas y laicos que anuncian el evangelio por los cinco continentes, e incluso familias con niños que hacen su labor, enarbolando la bandera del amor, en lugares donde, a veces, las situaciones son críticas, como explicaba el director del secretariado diocesano de Misiones, José Sánchez.

Además, a partir de noviembre, cada parroquia y centro escolar rezará todos los primeros martes de mes por una misión en concreto, cumpliendo así con la petición del Papa Francisco. También cuentan con pulseras solidarias por 1,5 euros. 

Para hablar sobre el Domund se contó con la presencia de la hermana María José, de la congregación del Rebaño de María, que este verano lo ha pasado entre Peru y Kenia y donde “hemos vivido con cercanía y sencillez la presencia de Dios Padre en lo cotidiano”. También estaba la voluntaria Meli, que pasa sus vacaciones en Kenia durante dos meses, colaborando “con los más pequeños que sufren situaciones muy dramáticas”.

 

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Entre las vivencias contaron cómo un sacerdote marianista de 77 años ha decidido retirarse, después de su vida religiosa, en las misiones de Guatemala, donde ya lleva nueve años. O el caso de Manolo, un sacerdote que ayer partía de nuevo para Taiwan y que pedía que rezasen por ellos para los momentos de flaqueza, cuando todo se hace cuesta arriba. Los misioneros están en esos recónditos lugares para dar ánimo y amor a los demás. Y ese fue el caso del sacerdote, Antonio Jesús López, que estuvo en República Dominicana, en el extrarradio de la capital, “donde cada mañana atendíamos a 200 niños y hacíamos una misión humanitaria”. Destacó la alegría y la efervescencia de una iglesia que confía en Dios. Allí ser sacerdote es gratificante y te das cuenta de todo lo que quedda por hacer en nuestro país o en la propia Europa”.

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