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Un Adviento de precarias subsistencias

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Queridos lectores ya va a comenzar el Adviento 2008, tiempo de análisis, rectificaciones y esperanzas. Anualmente no puedo dejar de comentarlo. Es una etapa del año importante y de mucha fascinación por los enigmas que encierra en sí mismo y los significados de sus esencias en movimiento y sus fuerzas de avance hacia un futuro que estamos llamados a edificarlo cada vez mejor, más justo, más equitativo y de más paz universal. Hay quienes tienen escrúpulos y se inhiben de hablar de estas cosas religiosas, para no ser descalificados ni incluso mofados por los que no entienden de espiritualidad y religión, pero yo no me canso de hacerlo, reconociendo mi fe en Dios, en el ser humano y en el futuro. Respeto los criterios de los que no piensan así y pido su respeto para mis ideas que no le hacen daño a nadie y que en cambio pueden ser parte de la esperanza que tanto necesitamos en el mundo de hoy, en donde Cuba no es excepción.

El Adviento deviene síntesis de lo que se espera y de las manos a la obra que deberíamos poner todos para enmendar lo que sea necesario y salir adelante en el logro de lo esperado. En la liturgia tiene un sentido especial de análisis interior, preparación espiritual, arrepentimiento, real propósito de la enmienda y perdón con vistas a la Navidad, que rememora el nacimiento del niño hijo de Dios que trajo al mundo la Buena Nueva de su Reino que es utopía de amor, paz y justicia. Paradigma que ha inspirado en el tiempo a muchos luchadores a favor de los pobres y los desposeídos, aunque siempre hay quienes lo y tergiversan en pro de sus propios intereses egoístas y de exclusión. Nuestra esperanza cristiana es activa y de alcance social, nunca de resignación pasiva, tal y como algunos propugnan e incluso puedan haber logrado acuñar en sus radios de influencia. Sin amor por el prójimo que podemos ver no hay verdadero amor de Dios a quien no vemos.

En definitiva, el Adviento es un tiempo de renovación y perfeccionamiento espiritual en el que nos preparamos y adquirimos nuevas fuerzas en la seguridad del triunfo de la justicia, la equidad y el amor por sobre todas las cosas. Jesús nació en un establo de Belén y dio inicio a una nueva época siempre renovándose, siempre joven porque siempre regresa el niño que da la vida por los desposeídos y que es capaz de vencer a la muerte como anuncio del futuro feliz que nosotros mismos tenemos que alcanzar con nuestra fe y con nuestras obras porque como dijo el apóstol Santiago “la fe, si no tiene obra está realmente muerta” (EP. Santiago 2, 17). Esa es mi interpretación del espíritu del Adviento, período de 4 semanas previas a la Navidad en el que el mundo cristiano se prepara para la conmemoración del nacimiento de Jesús de Nazaret que echó su suerte con los pobres de la tierra y que dijo que antes entrará un camello por el ojo de una aguja que un rico en el Reino de los Cielos. El Jesús radical y justo que planteó dejad que los muertos entierren a los muertos porque Dios es un dios de vivos, nos pide un compromiso real con la justicia y con los pobres que va más allá de las teorías teológicas, filosóficas y sociales. A partir de estas definiciones de esencia básica, veo las precariedades que se presentan ante nosotros en nuestra época convulsa de grandes crisis y amenazas. Rechazo de nuevo con todas las fuerzas que me son posibles los enquistamientos, los dogmatismos y las descalificaciones de quienes no soportan que todos pensemos y que todos nos preocupemos por los cambios que dan salud y lozanía a la vida de las personas y de la sociedad.

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