Si los creyentes diéramos crédito a lo que sucedió en la década de los 60 nos podríamos permitir afirmar que el año 1964 fue un auténtico milagro que Huelva, en medio de plagas de mosquitos y un turismo incipiente supeditado a Punta Umbría y atisbos de progreso en Mazagón, Cartaya, La Antilla e Isla Cristina, e Isla Canela en Ayamonte, consiguiese trabajar a destajo, intelectualmente hablando, para demostrar que no nos habían regalado nada. Antes al contrario que, a la vista del catálogo de factorías aprobadas por la entonces Comisaría del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social de –repito- aquellos hasta convulsos años 60 en los que, poco a poco, y para compensar la descarada pero obligada emigración de onubenses a países centroeuropeos, se convirtió para muchos en milagroso por la ilusión del trabajo que se iba a generar no solo en la capital, sino también en Gibraleón…
¿Se acuerdan de aquella fábrica de relojes? Y en Peguerillas champiñones. Y con el horizonte del nuevo Puerto Exterior, el gran hinterland de factorías que ahora mismo nos dan fe de todo ello y abiertas a nuevas inversiones con productos punteros que, a lo mejor, ni siquiera contemplaron entonces salvo más de una factoría que nos tuvo contaminados durante años y que todavía sigue marcando los limites de un progreso más que relativo desde hace más de medio siglo en una zona a la que nadie habría osado meter el diente si se tratase del más que mítico Parque Nacional de Doñana y/o las Marismas del Odiel, que tanto monta. Incluso en materia ce comunicaciones, alejaron la posibilidad de enlazar con la zona de Aljaraque, Punta Umbría, Cartaya, etc., a través de un puente que ahora mismo empiezan a reivindicar tímidamente y cuya alternativa tendría que haber sido y sigue siéndolo desde la H-30. Sí, no nos engañemos o nos dejemos engañar una vez más, ya por Sevilla, ya por Madrid -ojo con la mano negra- después de la gigantesca bofetada a cuatro manos que desde La Moncloa o los Nuevos Ministerios nos acaban de arrear en fechas tan poco propicias como un 24 de diciembre que el más que mítico o engañoso AVE ni entrará ni saldrá de Huelva hasta después de 2050.
Sí, y como siempre, Huelva a más de 650 kilómetros de la Puerta del Sol, tendrá que seguir viajando en esos Alvias de Dios sabe cuantas manos, y obligándonos a viajar cada vez más por carretera a base de servir pleitesía a la capital andaluza por sus rondas y otras servidumbres como esperar enlaces y soportar averías a diestro y siniestro, que el ministro que acaba de aterrizar en La Moncloa se h permitido decirnos que nos metamos en nuestros asuntos, una expresión algo más que dictatorial por cuanto, en una fecha tan entrañable como esta pasada Navidad, nos ha contestado con bofetadas a diestro y siniestro –repito- porque hasta la más que necesaria modernización de carretera y ferrocarril de mercancías hacia Extremadura, gracias al Puerto, todo un auténtico mazazo a los intereses onubenses “en la revisión de la red de transporte europea, que –leo- deja fuera también la conexión –repito- por Extremadura. (¡Ay! ¿qué hubiera pasado si hubiesen prosperado aquellos intentos de onubo-pacenses sobre todo, de incorporar la provincia de Huelva a Extremadura? Sí, algo que entonces y ahora mismo tendría incluso sentido al formar un frente común de provincias a las que siguen angustiando y condicionando su desarrollo y progreso sobre algo tan fundamental como las infraestructuras viarias, que no preocupan demasiado de Despeñaperros para arriba).
La verdad es que no basta con coger el pañuelo o las pancartas y salir a la calle multitudinariamente como aquel ya mítico y fuerte trampolín que supuso una huelga general que ahora mismo estaría todavía más justificada que entonces y con muchos más problemas que entonces. Sí, todos a la calle pacíficamente y respondiendo a esas bofetadas que duelen más que el hambre, porque si tiro de archivos, el saldo negativo de esta provincia supera con creces las mínimas y forzadas inversiones de Sevilla y/o Madrid, y más que filtro suponen un castigo para demostrar a Europa que nada menos que 75 años después de la Expo 92, que también nos escamotearon descaradamente, ahora versionan con más daño todavía y, lo peor, es que -a lo mejor llego tarde- nuestros representantes parlamentarios asimilan todo como un chupa-chusp más. ¡A la calle, por Huelva, Huelva, Huelva, ahora con el corazón herido ante tamaño castigo!