Recuerdo el mítico programa que se puso tan de moda durante los años de la crisis: “Españoles por el mundo”. Iban reporteros de TVE a distintas capitales del mundo en busca de españoles que hicieran vida lejos de nuestro país. Parecía, de alguna forma, que el objetivo era normalizar el exilio al que se vieron obligados millones de personas durante aquellos años. Luego, José Mota sacó una sección muy divertida, parodiando este programa, llamada “Españoles por España”.
En este sentido más paródico que dramático, aunque pocas cosas hay más dramáticas que la parodia, si nos paseamos durante el verano cualquier día por las calles de nuestro pueblo, veremos curiosos especímenes vejeriegos, posando y haciéndose fotos, como si fueran turistas por sus propias calles. Por las calles que pasean todos los días, por las calles a las que no les hacen caso el resto del año. He aquí una de las grandes pruebas de la colonización cultural que hacen las redes sociales. Distintas celebrities, famosos o influencers suben su fotito en algún rincón de nuestro bonito pueblo y algunos personajes autóctonos van a emularlos como si estuvieran de turistas en esos mismos sitios. Discúlpenme, pero creo que no hay nada más patético que la foto de un vejeriego en el Arco de las monjas. Por favor, no pretendamos ser aquello que nos está matando.
Es complicado y es, en realidad, un problema muy moderno. Estamos en la línea de debates como el de “cómo ser pacifista en un mundo beligerante”, “cómo no ser machista en un mundo patriarcal” o “cómo hacer comercio justo en un mundo capitalista”. Es complicado no hacer la vida que hace la mitad de la población del verano en el pueblo cuando todo está dispuesto para ello. Y es complicado no darse cuenta de que los modos de vida arraigados y nuestros están siendo sustituidos por otros que nos despersonalizan y, lo más importante, nos colocan en una posición de subalternancia en la que no somos dueños de nada. Ni de nuestros actos, porque los copiamos. No, no somos lo que aparentamos. No tenemos tanto dinero como quienes vienen de vacaciones por ir a comer a ‘Las Delicias’, no somos más importantes solo por merendar en ‘El Califa’. Las fotos que subiremos a redes no solucionan el cabreo que has cogido poniendo todo el día buena cara a unos pijos. La conciencia de que estamos en una coyuntura, difícil de resolver pero que necesita pequeños pasos hacia la identidad nueva que debemos construir, lo más fiel a lo que somos, es muy importante de cara a poner solución a esto.
El buen ocio hace pueblo y todavía tenemos muchos bares, terrazas, plazas y parques en los que pasar buenos ratos con los nuestros sin hacernos el harakiri. No seamos paródicos. No seamos como el pacifista que defiende las armas en Ucrania, el obrero que defiende la privatización de las pensiones de VOX o la mujer que dice “ni machismo ni feminismo: igualdad”. Recordemos que la parodia es un drama.