Mediocridad y superioridad en democracia

Publicado: 26/02/2023
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

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Ya nos hemos acostumbrado a seguir y obedecer las leyes, de unos líderes demóticos y totalmente concordantes con el hombre y mujer promedio
La existencia de personas excelsas, superiores a las demás han existido y existirán siempre, aunque haya ranas de estanques o charcos, que crean que el océano es una utopía. Sin embargo, en este siglo y en este país hay una lucha encarnizada, pero oculta, en anular o hacer que se pierda la superioridad intelectual. Curiosamente y ante la actual tendencia a la laicidad, el ateísmo y el menosprecio de las creencias, sin embargo, hemos creado un nuevo dogma, “el dogma de la igualdad de las inteligencias” y los intelectuales verdaderos han dejado de tener alguna influencia o poder sobre el pueblo llano. La causa de todo ello, es un fármaco o pócima, la democracia, que solo debía prescribirse a aquellos en los que por su diagnóstico, de ser “personas razonables” llegaran a comprender que se trata de un “principio inmediato” destinado a combatir los privilegios y la injusticia, única forma de conseguir un bienestar general e impedir pandemias superiores a la ya vivida.

El porcentaje de personas que no creen o no se consideran democráticos es ínfimo o desconocido, ya que nadie lo expresa libremente. El pueblo, la aplastante mayoría, es democrático, aunque algunos solo utilizan en los momentos precisos la palabra democracia. No hay un sentimiento profundo de la misma, se queda en la capa cornea de la piel que ya sabemos que es claramente mudable y no como la piel de un reptil, sino como la dirección de la veleta, siempre apoyada en el viento dominante.  De ahí el juego de “partidos”, la alternancia en la militancia  y la radicalización de los grupos más pequeños y todos sabemos que la raíz a pesar de ser más pequeña y memos frondosa que el árbol, sin embargo, le sostiene y le da la savia que prevalece en el contenido de sus frutos.

Ya nos hemos acostumbrado a seguir y obedecer las leyes, de unos líderes demóticos y totalmente concordantes con el hombre y mujer promedio, es decir con la mediocridad reinante. El poder que constitucionalmente está en el ciudadano, ha sufrido una transformación y es la opinión pública y los medios que la ejercen quienes imponen su criterio, utilizando el filtro político, que está siempre coloreado, aunque cambiando del azul al rojo. Todo ciudadano, puede ser líder o presidente, porque partimos de la base que todos somos parecidísimos y pobre del que quiera sobresalir mediante el esfuerzo, la responsabilidad y el éxito, porque sabrá lo que significa la palabra “ostracismo”.

La democracia con su noble principio de combatir el estado patológico creado por la injusticia y los privilegios, ha tropezado con el ADN de este país y han surgido los temidos efectos secundarios a los que ya estamos acostumbrados: resentimiento, envidia y odio. Los habitantes del país exigen de sus representantes que sean espejo de ellos mismo y la mediocridad, ya se ha eternizado. No hay dignidad en reconocer “errores de bulto” en los dirigentes porque el poder conseguido, le viene de estar legítimamente elegido. Pero contra este argumentos hay dos realidades absolutas. Una, la legitimidad no es la vara que debe medir la tolerancia que la democracia impone a sus líderes sobre todo cuando estos como ahora ocurre, con sus decisiones y sus leyes crean más problemas que los que solucionan. Otra, para el buen funcionamiento democrático, hay que desterrar a todos aquellos que se oponen a que haya personas que sobresalen de los demás por su preparación, conocimiento, experiencia, estudio y responsabilidad, y solo ofrecen controversias agresivas de palabra o hecho, impidiendo un progreso, que todos necesitamos.

Estamos en periodo preelectoral. Debemos repasar el concepto “elecciones” cuyo objeto debe ser seleccionar a los mejores, porque parece que se está realizando precisamente lo contrario y ya es hora de empezar a aprender. El silencio, la “mayoría silenciosa” debe quedar atrás porque en realidad acaba siendo una huida y si no se interviene en política, la política se hace sobre nuestras espaldas.

El poseer conocimiento no es una forma de privilegio y, por lo tanto, las personas que lo consiguen son claramente demócratas. Se habla de libertad continuamente, hasta la extenuación por parte de los diferentes partidos y a la par se iza la bandera de la igualdad, cuando el impedir la desigualdad y la superioridad de los excelsos, es precisamente el único vehículo, que nos llevará, debidamente escoltados, a las rejas y los grilletes del mundo de la mediocridad.

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