El tiempo en: Arcos

Una feminista en la cocina

Del chocolate al hojaldre

Me encontré acariciando el envase plástico de la trenza del hojaldre, con deseo prendido en la yema de los dedos

Publicado: 12/04/2023 ·
10:44
· Actualizado: 12/04/2023 · 10:51
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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El exorcista del Papa

Hace años leí un artículo que hablaba del cambio de gusto alimentario con respecto a la edad. Para concretar explicaba que a partir de los 50 se pasaba del chocolate al hojaldre. A saber cuántas cosas leeré de ese tipo y el poco caso que les hago. Pero miren por dónde un día- en la nevera del Mercadona- me encontré acariciando el envase plástico de la trenza del hojaldre, con deseo prendido en la yema de los dedos. Fue entonces cuando me pregunté si la edad nos cambiaba incluso a nivel de paladar. Miren atrás ustedes mismos, si gozan de más de cincuenta, y me dirán si es verdad que han cambiado el rotundo chocolate que colábamos en todas las apuestas por el pamplinón del hojaldre. En mi caso ya les digo que sí. Y me joroba que los artículos científicos acierten al pleno del quince. Supongo que tiene algo que ver con la época más oscura de mi vida, cuando cuadriculaba artículos científicos cada dos por tres para confirmar que lo que no quería que pasase, pasaría. Ya ven, la información me da alas, como redbull a los incautos.

Lo de que deje de gustarte el chocolate cuando lo amaste tanto, para pasar a desear el bobalicón del hojaldre, debe ser como el que desearas con ansia un bebé, y te gustara su olor y sus balbuceos y su llanto, y ahora solo verlos de refilón se te corta la leche de las ubres y te sube acidez del estómago. Es la edad puñetera que te refluja el chocolate a las dos de la mañana sin darte casi tiempo a desembocar en el aseo, mientras los cocidos, asados blancos y otras mierdicias para dietas estrictas te sientan bien, aunque amarguen tu gesto. Hemos pasado del chocolate al hojaldre sin aspavientos, porque la Vida es una cabrona y te lleva a saltos de comba, Ella paseando y tú trotando incauta, como si no se te fuese la existencia a borbotones.

Luego te ves vieja, apaisada, engordada y laberíntica, perdida en tus pensamientos, tejedora incombustible, buena para nada porque la Vida es piraña que come almas como los clientes del exorcista. Una buena posesión nos haría falta, no vaginal, sino suprema, de diablos mayores revenidos a la Tierra para calmar su sed de todo, hablando varias lenguas sin pasar por academias, levitando por muy gloriosa esfera que fueras.

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