Llevamos toda la semana dando vueltas al asunto de Vinicius. El futbolista del Real Madrid, como todo el que no haya estado de vacaciones en la Antártida sabe, tuvo que aguantar insultos racistas en el partido ante el Valencia por parte de una parte de la afición ché. El propio jugador había visto al elemento que había proferido insultos haciendo gestos que imitan a los de un primate (algunos lo hacen tan bien que se podría pensar que les viene de casta) y se rebeló de tal manera que ha formado el escándalo que hacía falta para que alguien adopte una postura (y haga postureo) firme contra el racismo.
El lunes se hizo la crónica de lo ocurrido y se dan las primeras reacciones; el martes, aparecieron nuevas imágenes (cosa extraña, porque casi todas son del mismo operador que retransmitió el partido, se pudieron tener el primer día) y se siguen haciendo gestos de apoyo; el miércoles, se retira la tarjeta roja por la manipulación del VAR y se sanciona al Valencia mientras en el Bernabéu se dan más gestos hacia el jugador (Rodrygo Goes celebró su gol con un gesto que recordaba al Black Power)… Está a punto de acabar la Vinicius Week y yo me pregunto si realmente cambiará algo.
Nos han recordado hasta la saciedad el momento en que Eto’o quiso negarse a seguir jugando en La Romareda, el plátano que lanzaron a Dani Alves, cuando llamaron “macaco” a Roberto Carlos… sí, está claro que hay que erradicar el racismo del fútbol. Ahora lo excusan con que Vinicius es un provocador y un gilipollas. Pero, independientemente de que el brasileño pueda serlo o no (cada cual lo verá a su modo), lo cierto es que los insultos que recibió no aludían a que fuera provocador o gilipollas, sino al hecho de que es negro. Algunos tertulianos, incluso, han llegado a decir que han retirado la roja a Vinicius porque es negro y por los insultos racistas, pese a que en directo ya vimos algunos que las imágenes que el colegiado pudo ver en el VAR no estaban completas y no reflejaban el intento de agresión del meta valencianista ni el agarrón del cuello que, durante diez segundos, le hizo otro jugador ché. ¿En serio justificamos el racismo con cuestiones irrelevantes? ¿Hay que erradicar el racismo del fútbol… o de toda la sociedad? ¿Es España racista? Parte del debate generado por el incidente del domingo en Mestalla radica en si España es racista o si somos un país abierto donde hay ciertas actitudes racistas.
Obviamente, la pregunta tiene fácil respuesta. En nuestro país no somos nazis aunque haya neonazis cantando Seig Heil por las calles (se puede ver en cada manifestación de Desokupa). No somos homófobos, pero Samuel murió en A Coruña hace un par de años al grito de “maricón” y estos días una pareja de mujeres han sido apaleadas delante de sus hijos mientras las llamaban “bolleras de mierda”. Claro que el racismo no iba a ser menos y, mientras la sociedad en general no es racista, sí hay racistas en España aunque no sean (todavía) suficientes para definir la actitud de un país entero.
España no es racista aunque el periodista Javier Negre se haya dedicado a hostigar a manteros para su canal de Youtube con ínfulas de medio de comunicación. España no es racista aunque VOX se dedique a crear y propagar bulos sobre inmigración, delincuencia y ayudas sociales. España no es racista aunque se hable de invasión cuando vienen las pateras y, como en algunos vídeos de 2018, aparezca algún nostálgico (ahora se llama así a los fascistas) ofreciéndose a liderar “un ejército de milicia para parar a esos negros de mierda”. En el caso del fútbol, como decía Javier Aroca hace unos días, se da el caso del racismo de pertenencia: si el negro juega en mi equipo, es menos negro que el del equipo rival. A mi negro que no me lo toquen pero insulto al visitante. Sin embargo, lo que me parece triste es que hayamos pasado tantos años ignorando ese racismo que siempre ha estado en nuestra sociedad y sólo cante la gallina porque se han metido con un futbolista rico, famoso y del Real Madrid. Racismo en blanco y negro.
España, esa que invocan en época electoral los que no tienen más proyecto que presumir de patriotismo, no es racista. Es aporófoba, odia a los pobres. Es la que echa de menos un muro fronterizo cuando vienen inmigrantes a buscarse el pan mientras entregan Marbella al jeque cuando viene con el yate. Es la que rechaza al gitano de la chatarra pero lo recibe en un palacio si es un bailaor famoso. Es la que no imputa a un vocero fascista por acosar manteros y, cuando se da un caso de racismo en el fútbol, se olvida de las agresiones más graves: las palizas, persecuciones y hasta vejaciones subidas a internet a esos nadie que además tienen la piel más oscura. El caso Vinicius ha removido muchos cimientos por unos insultos que, obviamente, hay que perseguir y sancionar. Pero se sigue olvidando de barbaridades que siguen normalizadas cuando la víctima no es Vinicius, Dani Alves o Roberto Carlos. Así nos va.