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Indefensos por naturaleza

El caso de los caballos afectados por el virus del Nilo o las actuaciones sobre el cauce del río Guadalete ponen de manifiesto la indefensa situación en la que pueden encontrarse aquellos que viven el drama en primera persona y para los que la información de la que carecen resulta fundamental

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Cuando en agosto de 1996 se produjo la terrible riada que arrasó el camping de Biescas, todos fuimos testigos de hasta qué punto la naturaleza emplea todas las armas a su alcance para recuperar, en este caso, el cauce original de un río. Ese mismo año, unos meses más tarde, en diciembre, fui testigo directo de las riadas e inundaciones que se produjeron desde Arcos a Jerez a consecuencia de una incansable temporada de lluvias que obligó a evacuar todos los embalses del curso del Guadalete. En aquella ocasión, los principales problemas derivados de las crecidas del río fueron de incomunicación, y no sólo en la zona rural, debido al obsoleto estado de muchas infraestructuras viarias y a la falta de actuación de manera previsora sobre determinados puntos negros, como el del famoso arroyo Salado.
Trece años más tarde, puede que menos tiempo del que pudiera esperarse, la historia volvió a repetirse, y de forma mucho más cruenta, en tanto que el drama personal adquirió mayor protagonismo y se hizo más patente a medida que la desesperación parecía no llegar a su fin con las interminables jornadas de lluvia. Algunas de las actuaciones llevadas a cabo en el transcurso de esos trece años para evitar los problemas de las inundaciones precedentes dieron resultado, otras no tanto. Ya se sabe que cuando la naturaleza lucha por recuperar su curso hay poco que hacer si somos meros obstáculos en su camino, pero esa misma realidad ha generado una incertidumbre que ya se puso de manifiesto en los meses posteriores a las últimas lluvias y que se han acrecentado durante las últimas semanas. Y esa incertidumbre la han venido alimentando unos plazos incumplidos desde la administración para actuar sobre las zonas afectadas por las crecidas del Guadalete el pasado invierno. Esta semana, precisamente, y coincidiendo con las primeras gotas de la temporada, han comenzado las obras, que, como es cierto, han sido bienvenidas por los vecinos y colectivos implicados en la recuperación del río, aunque no han reducido esa misma incertidumbre. Aluden, principalmente, a fallos en la planificación de las tareas, pero, sobre todo, como consecuencia de una política de desinformación que es la que empuja a más de uno a adquirir rango de ingeniero para marcar las pautas de trabajo.
El caso del río no es el único al respecto. Esta semana se ha confirmado la existencia en la provincia de varios casos de caballos afectados por el virus del Nilo, que se transmite por la picadura de un mosquito que, previamente, ha picado a una ave migratoria procedente de Africa que es la portadora original de la enfermedad. Si no se actúa de manera inmediata, e incluso preventiva, sobre el caballo, el animal corre el riesgo de morir, como le ha ocurrido al ejemplar del propietario de una cuadra en La Guareña.
Lo más asombroso del tema es que hablas con los afectados, con los que están padeciendo de manera directa esa situación, o con los que temen encontrarse en el mismo caso, y todos coinciden en culpar a la administración autonómica de no informarles o atenderles adecuadamente. El viernes, por ejemplo, recibimos la llamada de la propietaria del caballo enfermo y localizado en Chiclana: quería que la pusiésemos en contacto con el propietario de la cuadra de La Guareña porque necesitaba compartir información con él, intercambiar impresiones, consejos veterinarios, cualquier detalle que pudiese arrojar luz de cara a la recuperación de su animal, porque decía sentirse sin respaldo alguno desde Agricultura. Otros ganaderos que han conocido el caso a través de lo que hemos publicado esta semana casi han tenido que arrancar los detalles a la fuerza de los funcionarios públicos, y eso sí, sin ningún tipo de ayuda económica para afrontar los gastos de los tratamientos necesarios para los caballos. Hay ya quien alude a una especie de conspiración de silencio para que el asunto no interfiera en la venta de ganado a gran escala, aunque tampoco está el ambiente para leyendas urbanas en este momento. Lo cierto es que una cosa es estar indefensos ante la naturaleza, y otra estarlo por naturaleza, porque en este último caso sí es el hombre -o una administración- quien está obligado a cambiar el curso de los acontecimientos y hay muchos que siguen aguardando.

El conflicto entre organizaciones agrarias
Esta semana debían haberse celebrado los comicios para la elección de la nueva junta directiva de la Comunidad de Regantes. La fecha inicial para la cita ante las urnas estaba fijada a finales de año, pero COAG recogió las firmas necesarias para que se convocaran de forma anticipada. El martes, a un día de la fecha, se anunció su aplazamiento porque COAG había interpuesto una reclamación al censo. Tal vez, antes de pedir adelantar las elecciones debió haber revisado el censo y no al revés, aunque de fondo lo que puede seguir pesando es la derrota ante Asaja en el Consejo Regulador.

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