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LIBERTAD DE UNIFORME, PERO SIN DISCRIMINACIÓN SALARIAL

La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) que establece que las faldas de las enfermeras de la empresa José Manuel Pascual no suponen una discriminación sexual a la mujer ha provocado reacciones encendidas de los colectivos feministas y de enfermería...

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La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) que establece que las faldas de las enfermeras de la empresa José Manuel Pascual no suponen una discriminación sexual a la mujer ha provocado reacciones encendidas de los colectivos feministas y de enfermería. Las primeras formulan cuestiones interesantes, como la razón que existe tras la mejor imagen de una mujer con falda que con pantalón. Otros colectivos de esta índole verían justa la sentencia del TSJA si obligase tanto a hombres como a mujeres a lucir el mismo uniforme. Es decir, que los enfermeros de la empresa también se pusiesen falda, delantal, cofia y medias. Cuestiones interesantes o jocosas, lo verdaderamente importante es que la justicia establece una línea muy clara que separa las decisiones de empresa de la igualdad de sexos. El hecho de que exista un uniforme no significa que se discrimine a la mujer, sino que se diferencia a hombres y mujeres sin degradar a ninguno de los dos. La falda no degrada, igual que no lo hace el pantalón. Quienes miran más allá tiene que plantearse si deben reflexionar más tiempo antes de realizar ciertas declaraciones o si tienen un grave problema de conceptos. En definitiva, una empresa tiene derecho a imponer un uniforme y eso es lo que hace Pascual.

Sin embargo, lo más llamativo de todo el asunto es que no se insiste en el hecho de que sí existió una discriminación salarial entre las enfermeras que llevaban falda y las que no. La empresa Pascual tiene que cambiar esa forma de actuar, así como plantearse la altura de las faldas de las enfermeras de sus clínicas y la opción del pantalón sin reducción de nómina a final de mes. El motivo es bien sencillo. A pesar de que está en su perfecto derecho, todas esas voces que han criticado a Pascual, desde el sindicato más minoritario hasta el Gobierno central, pasando por la Junta de Andalucía que mantiene otro pleito paralelo por este mismo motivo, son una llamada de atención, un reclamo, para que modifique su actitud.

La obsesión por igualar a hombres y mujeres en todo no tiene que significar el pisoteo sistemático de las diferencias. No todas son negativas. Aunque la falda de Pascual sea anacrónica, el mayor problema es que coaccione económicamente para que se la pongan.

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