La amenaza islámica confirma su capacidad para extender su influencia por toda Europa
Suecia no pudo conciliar anoche el sueño con tranquilidad. La confirmación de un atentado terrorista en pleno centro de Estocolmo desató todas las alarmas, aunque, por fortuna, sólo se saldó con dos personas heridas y la muerte del presunto kamikaze que decidió inmolarse en nombre de Alá. A falta de que se conozcan más detalles de la investigación, todo apunta a que pudo haber fallos en el dispositivo del explosivo que impidieron que la potencia de la onda expansiva fuese mayor y, por ende, que las consecuencias del atentado fuesen más graves. Un correo amenazante, remitido minutos antes de la explosión, advertía a Suecia de las consecuencias de la presencia de sus tropas en Afganistán, así como de no haber condenado las caricaturas de Mahoma realizadas por el artista sueco Lars Vilks. Lo que sí resulta evidente es que no estamos ante una actuación terrorista del calado de las registradas en España y en Inglaterra, ni siquiera de las temidas hace un par de meses en otros países europeos, caso de Francia o Alemania, hasta el punto de que las autoridades suecas han decidido por el momento no aumentar el grado de amenaza terrorista en el país, aunque sí incrementar la presencia de agentes en varios puntos céntricos de Estocolmo. De lo que no cabe duda es de la cada vez más extendida red de adeptos al terrorismo islámico y las facilidades de que disponen para abastecerse del material necesario para actuar en primera persona en favor de la causa. En cualquier caso, lo acontecido este pasado sábado en Suecia revela además la fragilidad del sistema de seguridad internacional para evitar este tipo de incidentes, sobre todo si se tiene en cuenta que el atentado registrado en la capital sueca ha tenido lugar escasas horas después de la celebración de la ceremonia de entrega de los Premios Nobel en un lugar muy próximo a donde tuvo lugar la explosión. Por lo demás, la cuestión de fondo sigue vinculada a los temores primarios de la sociedad civilizada contemporánea y a la justificación de la lucha contra el terror impulsada desde Estados Unidos a raíz del ataque a las torres gemelas y que ha marcado hasta ahora la globalizada política internacional de este arranque de siglo.