Tarde redonda en la que se reivindicó el novillero sanluqueño Eloy Hilario
El público de San José del Valle disfrutó con el buen hacer de Jesulín y Javier Conde
La Feria, pegadita a la plaza de toros, fue testigo fiel de una tarde donde el público se divirtió y los toreros cortaron orejas, pero justas, ante un buen encierro de Fuenteymbro, que resultaron bravos, nobles, con movilidad, dándose la vuelta al ruedo al tercero y aplaudido el resto.
El público se agolpaba en las entradas poco antes de comenzar el festejo, que luego se transformó en más de tres cuartas partes de aforo. La reina y su corte abrieron la plaza en un coche descapotable, mientras que la Banda Municipal Vallense animaba al personal antes del paseíllo con unas sevillanas, para acompañar más tarde a los diestros en el paseíllo con la célebre composición Amparito Roca.
Jesulín, que había llegado en loor de multitudes con su cuadrilla, recibió los primeros aplausos, que hacían presagiar que el festejo iba por el camino del éxito. Y así fue, la inteligencia, la destreza con la que se empleó en sus dos novillos, en dos faenas de muletas templadas, toreando muy despacito, llegaron a provocar el grito de torero, torero, torero, y una voz salió del tendido en la vuelta al ruedo que le dijo eres el rey del temple. Así fue que en el segundo suyo, como si fuera un principiante, se arrodilló e hizo una faena clásica, pletórica, en una labor intensa. Le animaba sin cesar su peña de esta localidad.
Javier Conde salió con ganas. La elegancia, el arrebato, la gracia, son virtudes de este malagueño, que toreó muy bien con el capote por chicuelinas, y armó el alboroto al torear sobre la mano derecha en series en redondo, ligados con sabor y pellizco, a un novillo muy bravo, noble y repetidor, que humillaba como un bendito. Mató recibiendo.
En su segundo, en la misma disposición, estuvo Conde ante un novillo con fijeza, algo tardo, pero igual de noble que sus hermanos.
Tarde redonda de estos dos matadores que ayer encandilaron a la afición de este rincón de la Janda, la única población que celebra su feria con festejos taurinos.
Y en último lugar actuó el novillero sanluqueño Eloy Hilario, que recibió con una larga cambiada, saliendo trompicado y empujado peligrosamente. Cogió las banderillas y las dejó clavadas en una moneda. Brindó a los dos matadores, y aunque el animal se acostaba por el derecho, lo aprovechó por el otro pitón, que era más claro. Este sanluqueño tiene valor y ganas. Se tiró con mucha fe y paseó el rabo entre aclamaciones.
Tarde redonda donde con la colaboración del Ayuntamiento, la empresa Carmelo–Caba se apuntó un tanto meritorio.
El público se agolpaba en las entradas poco antes de comenzar el festejo, que luego se transformó en más de tres cuartas partes de aforo. La reina y su corte abrieron la plaza en un coche descapotable, mientras que la Banda Municipal Vallense animaba al personal antes del paseíllo con unas sevillanas, para acompañar más tarde a los diestros en el paseíllo con la célebre composición Amparito Roca.
Jesulín, que había llegado en loor de multitudes con su cuadrilla, recibió los primeros aplausos, que hacían presagiar que el festejo iba por el camino del éxito. Y así fue, la inteligencia, la destreza con la que se empleó en sus dos novillos, en dos faenas de muletas templadas, toreando muy despacito, llegaron a provocar el grito de torero, torero, torero, y una voz salió del tendido en la vuelta al ruedo que le dijo eres el rey del temple. Así fue que en el segundo suyo, como si fuera un principiante, se arrodilló e hizo una faena clásica, pletórica, en una labor intensa. Le animaba sin cesar su peña de esta localidad.
Javier Conde salió con ganas. La elegancia, el arrebato, la gracia, son virtudes de este malagueño, que toreó muy bien con el capote por chicuelinas, y armó el alboroto al torear sobre la mano derecha en series en redondo, ligados con sabor y pellizco, a un novillo muy bravo, noble y repetidor, que humillaba como un bendito. Mató recibiendo.
En su segundo, en la misma disposición, estuvo Conde ante un novillo con fijeza, algo tardo, pero igual de noble que sus hermanos.
Tarde redonda de estos dos matadores que ayer encandilaron a la afición de este rincón de la Janda, la única población que celebra su feria con festejos taurinos.
Y en último lugar actuó el novillero sanluqueño Eloy Hilario, que recibió con una larga cambiada, saliendo trompicado y empujado peligrosamente. Cogió las banderillas y las dejó clavadas en una moneda. Brindó a los dos matadores, y aunque el animal se acostaba por el derecho, lo aprovechó por el otro pitón, que era más claro. Este sanluqueño tiene valor y ganas. Se tiró con mucha fe y paseó el rabo entre aclamaciones.
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