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Página en blanco

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Creo que fue el mago del terror en “la ventana secreta” el que describió mejor la angustia de un escritor ante la página en blanco. Si se paran a pensarlo un minuto, ustedes que van en el autobús de línea o que esperan en la consulta del ambulatorio o que sentados en su casa o en la cafetería, leen esta columna, seguro que les importa un pito la página en blanco y lo que les va en colores es la última charla con el jefe para saber si se quedan en la empresa o no, o la premura de llegar no ya a final de mes , sino a mediados , o la enfermedad de la parienta, o los estudios de los hijos, o el criticar por criticar , que es un arte que pulimos con la llegada de elecciones y la apretura económica.


Ya ven, cómo será la cosa esta del crisiteo, que yo ya ni leo los partes económicos de los prodigios europeos y no por flojera, sino, se lo confieso, que para eso estamos en comandita, más bien porque ni me entero, son tantos millones de euros que se barajan , que me dan vértigo, porque yo no sé ustedes, pero yo me despachaba la mar de agustito- pónganle voz de Ortega Cano- con mis pesetitas rubias que tintineaban en el monedero y no esos céntimos escurridizos y feos , que ni los niños los quieren de propinilla.

La vida ha cambiado, no hay más que pasearse por Columela y echar de menos a Vicente del Moral y sus comercios y ver tiendas nuevas y sentirte irremediablemente viejo. Dicen algunos que mucho ha cambiado para bien y no seré yo quien les quite el mérito , porque no hay más que mirarnos a nosotras las mujeres y ver que es verdad , pero en lo profundo , en lo auténtico, esto sigue siendo un poco más del regusto de maquillar por fuera y quedar sucio por dentro. Las mujeres parece que lo tenemos todo, pero morimos a empujes machistas; Los niños son los reyes del cotarro y moneda de cambio, para hacerle la puñeta a los divorciados y renegados de la pareja; Las niñas de dieciséis pueden ser lo que quieran, pero llega un matarife y las empuja sin destino fijo, llorando sus padres en platós y juzgados, sin que nadie sepa- ciertamente- donde están ellas.

La vida ha cambiado mucho, ya se lo dije a ustedes, como para ensuciar mil páginas en blanco , recordando-por ejemplo- a los enchaquetados de la puerta de Merchán o los cines Caletas y los cucuruchos de pipas y las azoteas y los besos cándidos de los quince años o la elasticidad de la piel ascética. Puedo conducir y conduzco mi vida, puedo protestar y chillar lo que pienso, pero aún así , me siento como los crisantemos ilegales de Chipiona que morirán sin salir a la venta, porque sus dueños no pagaron las licencias por ellos y ni los pobres muertos a los que iban destinados, ni las corolas, ni los pétalos, podrán disfrutar del azul del cielo.

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