Una persona muy querida me decía hace unos días: “La vejez no es fea ni bonita, lo horrible es ver cómo tu cuerpo se va deteriorando sin que puedas hacer nada por devolverle el ímpetu de la juventud. Es desolador ver cómo de un día para otro, pierdes agilidad al andar, pierdes vista, tienes olvidos estúpidos, y sin embargo lo peor para mí es depender de otras personas si quiero mantener una buena calidad de vida”.
Quien así hablaba es una mujer de 86 años, con una apariencia física estupenda, un fuerte carácter, una memoria envidiable, independiente, que perdió al esposo hace unos meses y a quien los hijos le han puesto una empleada de hogar para que la cuide y vigile en sus paseos por el parque, temerosos de que tenga una caída estúpida y se rompa la cadera o una pierna. Atenciones que rechaza de plano, porque dice que tener una persona en casa, pendiente de ella, le hace sentirse una inútil.
El caso de la duquesa de Alba es diferente, aparenta más años de los que realmente tiene por culpa de una enfermedad que la tiene postrada en silla de ruedas. Pero al contrario que mi amiga, a Cayetana lo que la mantiene activa, son sus enormes ganas de vivir, de salir, de descubrir cosas nuevas. Una actitud envidiable si no fuera porque se ha embarcado en un romance a todas luces disparatado. No porque ella tenga 82 años y él 25 menos, lo es por la forma en que se presentó ante Cayetana, diciéndole que llevaba treinta años soñando con ella, y que ahora que la había encontrado no pensaba apartarse de su lado.
Quienes aprecian a la duquesa saben que en esta historia tiene un protagonismo importante la fortuna de los Alba, mucho más que el sentimentalismo de Alfonso Díez. De ahí que los hijos se opongan a una boda disparatada, estando como está de enferma la duquesa, a quien hace unos días tuvieron que ingresar de nuevo en urgencias, en el Hospital Ruber de Madrid, a causa de un atragantamiento.
No es la primera vez que le ocurre un percance de esta categoría, consecuencia de la propia enfermedad que padece. Cada vez le cuesta más tragar, y cuando lo hace se atraganta.
Según el doctor Trujillo, que la atiende desde hace años, la única manera de solucionar este problema es someterla a una delicada operación quirúrgica. Tienen que implantarle una válvula en la cabeza con el fin de aliviar la hidrocefalia que padece. La operación se ha ido retrasando porque implica un riesgo, pero parece que todos están de acuerdo en que es necesario que la duquesa de Alba pase por el quirófano lo antes posible. Finalmente lo hará en el mes de marzo.
Si todo sale bien, mejorará la calidad de vida de Cayetana, que es de lo que se trata y lo que desean las personas que la quieren, sus amigas y sus hijos, pero sobre todo estos últimos, que están viviendo un calvario, debido a las informaciones distorsionadas que sobre ellos se dan en algunos medios. No es cierto que la tengan abandonada, no es cierto que no la vean, sí lo es que sus obligaciones no les permiten desplazarse a Sevilla todos los días, aunque tanto Cayetano como Eugenia la visitan muy a menudo. Lo que nadie puede negar es que están pendientes de todos y cada uno de sus movimientos. Porque aunque Cayetana esté enferma, lo cierto es que no ha perdido ni un ápice de su fuerza y de su carácter. Prueba de ello es que sigue haciendo lo que quiere, y cuando quiere.