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Las advocaciones marianas y las apariciones

La Iglesia entre las muchas apariciones que dicen sucederse, abre un paréntesis y considera al menos más de una decena y menos de una veintena de ellas sobre las últimas apariciones marianas

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La festividad de la Virgen de Fátima el pasado día 13. La de San Simón Stock el día 16 y a más distancia ya, la del apóstol Santiago. O lo que es lo mismo: Lucía, Jacinta y Francisco en Fátima. San Simón Stock en El Carmelo y el Apóstol Santiago en El Pilar. Nos trae un maravilloso recuerdo, porque ellos fueron -el medio- de un motivo tan especial como bien conocido en el mundo, pero sobre todo en el mundo católico.

    Motivo transcendente, como no, por referirse a las apariciones de la Santísima Virgen María. Y éstas, inevitablemente; no sólo forman parte consustanciales de la vida misma desde sus comienzos, sino que son cuantiosos los relatos; rodeados de mayor o menor credibilidad en cuanto a los sucesos en sí mismo y al impacto espiritual y social que han producido.

    Sin embargo, la Iglesia suele ser reticente en admitir el reconocimiento de estas apariciones en general y más aún si van precedidas del rumor de milagro o consideradas milagrosas. Y por tanto, antes de someterse a emitir un veredicto, mantiene un prudente silencio mientras se investiga su causa con la profundidad requerida en la verificación de los hechos.

   No obstante, a lo largo de la historia de la humanidad, se han producido -estas apariciones- espaciadas en el tiempo, pero relacionadas siempre con la misma figura y el mismo mensaje, qué según el transcurrir de los hechos;  han confirmado, o al menos han abierto un halo de luz, a la esperanza de saber que no nos encontramos espiritualmente desamparados, ni solos.

    Y no cabe duda que la figura reiterativa a la que me refiero, se trata de la presencial figura de la siempre Bienaventurada Virgen, Madre de Dios, María Santísima. Amén de otras apariciones no relacionadas con tan excelsa y celestial Señora.

   La Iglesia entre las muchas apariciones que dicen sucederse, abre un paréntesis y considera al menos más de una decena y menos de una veintena de ellas sobre las últimas apariciones marianas de las que sólo citaré a Gietrzwal (Polonia). La Aparecida (Brasil). Guadalupe (México). Lourdes (Francia). Fátima (Portugal) y del Pilar y del Carmen en España.

    Y para nosotros por proximidad, cercanía y por el eco repercutible a nivel mundial, señalaríamos: Fátima, el Carmelo y el Pilar. Y a pesar de la distancia, pero por los lazos que nos unen, Guadalupe, cuya aparición ocurrió durante el virreinato de la Nueva España en aquel país hermano.

    Son estas apariciones las que guardan relativa similitud en cuanto a la necesidad de la oración y el arrepentimiento solicitado. Sin embargo en Fátima, se produce serias advertencias anticipadas por la Virgen a través de los tres pastorcillos que tuvieron la dicha de conocerla y oír sus mensajes. Mensajes que se cumplieron después; desembocando en grandes acontecimientos que obraban ya en poder de los últimos Papas y que ha conocido posteriormente la humanidad entera; cuyas consecuencias le tocó vivir y sufrir más de lleno, incluidos sus atentados, el recordado Papa Juan Pablo II, canonizado santo el 27 de abril pasado. Día de la festividad de la divina misericordia, instituida por el propio Juan Pablo, II. Y a los 50 años del Concilio Vaticano II, convocado por el también Papa santo Juan XXIII.

  Por eso, habría que fijarse en Fátima como el aposento de la Virgen más Peregrina. O La del milagro del Sol. O la del Santo Rosario. Y tal vez, la que sabía sobre las demás, cuál sería el efecto del mensaje trágico, pero esperanzador que transmitía al mundo.

   A San Simón Stock, se le apareció la Virgen y le instó a su divulgación y a la práctica de la oración. Le entregó un Escapulario con la virtud de quien  lo llevara puesto, tenía garantizado la asistencia auxiliadora de la Virgen en la hora suprema. A partir de ahí, la orden del Monte Carmelo se extendió por el mundo proclamando a la Estrella de los Mares, la flor del Carmelo: cuyo aroma llegó hasta aquí en La Isla que la convirtió en su Patrona.

    Y Santiago, nuestro Patrón, que a su paso por España y a la orilla del Ebro camino a Santiago, tuvo la visión de la Virgen del Pilar que se le presentó sobre una columna de mármol, semejante a como la conocemos hoy en el altar de su Basílica, anunciándole igualmente, la necesidad de la oración y de la penitencia, inmortalizado en la canción: ¡Santiago como lo sabía! puesto de rodillas a la orilla del Ebro, lo vieron….

    Tres grandes milagros para una milagrosa España, que hoy más que nunca necesita de la intersección de tan generosas y reconciliadoras Vírgenes bajo cualquiera de una de estas advocaciones marianas. Pero por razones obvias y aunque les rezo fervorosamente y se lo pido cada día a todas por igual, preferiría que fuera nuestra bellísima y prestigiosa Patrona, la Virgen del Carmen Coronada, la que nos concediera el favor de salir definitivamente de la crisis que a todos los niveles padecemos. Fátima, Lourdes y Guadalupe, reciben millones de visitas cada año. ¿Por qué?

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