Poetas malagueños: María Victoria Atencia

Publicado: 23/10/2014
Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2014 y Premio de Poesía Federico García Lorca 2010, entre otros supremos galardones; académica numeraria de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y académica igualmente de las Reales Academias de Cádiz, Córdoba, Sevilla y San Fernando, una larga ve
    Hija Predilecta de Andalucía y Doctora Honoris Causa por la Universidad de Málaga, María Victoria Atencia también ostenta el título de Autora del Año 2014 en Andalucía, otorgado por el Centro Andaluz de las Letras. En este año de 2014 ha obtenido asimismo el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, siendo la única mujer española que hasta ahora lo consigue. Nacida en Málaga, en la calle del Ángel, el 28 de Noviembre de 1931, su ciudad natal le ha dedicado la avenida que lleva su nombre. La población de Churriana ha dedicado igualmente una calle a esta sublime poeta.

   

Casada con Rafael de León, quien le inculcó pasión por el mar, María Victoria dedicó a las aguas malagueñas su magnífico poema titulado ‘Mar’, cuyos versos se citan: “Bajo mi cama estáis, conchas, algas, arenas: /  comienza vuestro frío donde acaban mis sábanas. / Rozaría una jábega con descolgar los brazos / y su red tendería del palo de mesana / de este lecho flotante entre ataúd y tina. / Cuando cierro los ojos se me cubren de escamas. / Cuando cierro los ojos, el viento del Estrecho / pone olor de Guinea en la ropa mojada, / pone sal en un cesto de flores y racimos / de uvas verdes y negras encima de mi almohada, / pone henchido el insomnio, y un larguero entonces / me siento con mi sueño a ver pasar el agua”.

  

 Cursó sus estudios elementales y de secundaria en los malagueños colegios Santa Clara y El Monte, que amplió con estudios de piano y armonía en el Conservatorio. La pintura fue otra de sus profundas aficiones. Con diecinueve años conoce a Rafael de León, a sugerencia del cual María Victoria se entrega de lleno a la poesía. Cinco años después contrae nupcias con Rafael, su mentor y editor. Cuatro hijos fueron el fruto de su matrimonio. Intrépida y aficionada a las alturas, en 1971 consigue título de piloto de aviación, afición a la que, tras el fallecimiento de sus padres, renunciaría. 

 

  De impresionante belleza literaria es su poema dedicado a la ‘Laguna de Fuentedepiedra’, cuyos dos últimos versos elevan al súmmum lo descrito en los versos anteriores: “Llegué cuando una luz muriente declinaba. / Emprendieron el vuelo los flamencos dejando / el lugar en su roja belleza insostenible. / Luego expuse mi cuerpo al aire. Descendía / hasta la orilla un suelo de dragones dormidos / entre plantas que crecen por mi recuerdo sólo. / Levanté con los dedos el cristal de las aguas, / lo contemplé en silencio y me adentré en mí misma”.

 

   Al Puerto de Málaga dedica igualmente estos lacónicos versos: “Escucho las campanas del puente de los barcos: / septiembre es mes de tránsito y una goleta viene / a llamarme a las islas, o el cuarto se desplaza / lentamente. ¿Quién parte / junto a los marineros o quién roza mis muebles? / Oh puerto mío, acógeme esta tarde, / envuélveme un pañuelo de lana por los hombros / o llévame en un cuarto de roble mar adentro”.

    Publica María Victoria su primer libro, ‘Arte y parte’, en 1961, que lo inicia con el soneto titulado ‘Sazón’, cuyos versos rezan así: “Ya está todo en sazón. Me siento hecha, / me conozco mujer y clavo al suelo / profunda la raíz, y tiendo en vuelo / la rama, cierta en ti, de su cosecha. / ¡Cómo crece la rama y qué derecha! / Todo es hoy en mi tronco un solo anhelo  / de vivir y vivir: tender al cielo, / erguida en vertical, como la flecha / que se lanza a la nube. Tan erguida / que tu voz se ha aprendido la destreza / de abrirla sonriente y florecida. / Me remueve tu voz. Por ella siento  / que la rama combada se endereza  / y el fruto de mi voz se crece al viento”.

 

  Un silencio inexplicable se cierne sobre la obra de María Victoria en años posteriores a la edición de su primer libro. Pero el fuego de la pasión poética, vehemente, surge al fin de nuevo con su obra ‘Marta y María’. El colofón del libro es precisamente el poema que lleva el mismo título del volumen y dice: “Una cosa, amor mío, me será imprescindible  / para estar reclinada a tu vera en el suelo: / que mis ojos te miren y tu gracia me llene; / que tu mirada colme mi pecho de ternura / y enajenada toda no encuentre otro motivo / de muerte que tu ausencia. / Mas qué será de mí cuando tú te me vayas. / De poco o nada sirven, fuera de tus razones, / la casa y sus quehaceres, la cocina y el huerto. / Eres todo mi ocio: / qué importa que mi hermana o los demás murmuren, / si en mi defensa sales, ya que sólo amor cuenta”.

 

    Académica numeraria de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y académica igualmente de las Reales Academias de Cádiz, Córdoba, Sevilla y San Fernando, María Victoria Atencia es igualmente consejera de la Fundación de la Generación del 27 y de la Fundación María Zambrano, entre otras literarias y poéticas entidades.

  

 Destacan entre las distinciones conseguidas por María Victoria: el Premio Andalucía de la Crítica (1998), el Premio Nacional de la Crítica (1998), el Premio Luis de Góngora de las Letras Andaluzas, el Premio Federico García Lorca (2010), Premio Real Academia Española (2012) y el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2014).

  

 Un largo listado de obras avalan la trayectoria poética de María Victoria Atencia: Arte y parte (1961); Cañada de los ingleses (1961); Marta & María (1976); Los sueños (1976); El mundo de M. V. (1978); El coleccionista (1979); Ex libris (1984); Compás binario (1984); Paulina o el libro de las aguas (1984); Trances de Nuestra Señora (1986); De la llama en que arde (1988); La pared contigua (1989); La señal (1990); La intrusa (1992); El puente (1992); Las contemplaciones (1997); Las niñas (2000); El hueco (2003); De pérdidas y adioses (2005), y El umbral (2011).

 

   No estaría completa esta reseña biográfica de nuestra ilustre malagueña sin el broche de oro de su poema ‘Amor’, aunque hubiéramos podido cerrar la página con cual           quiera de los magistrales versos de María Victoria Atencia, de corte alejandrino, arte poético no tan fácil de dominar. María Victoria se expresa así: “Cuando todo se aquieta / en el silencio, vuelvo / al borde de la cuna / en que mi niño duerme / con ojos tan cerrados / que apenas si podría / entrar hasta su sueño / la moneda de un ángel. / Dejados al abrigo / de su ternura asoman / por la colcha en desorden, / muy cerca de sus manos, / los juguetes que tuvo / junto a sí todo el día, / ensayando un afecto / al que ya soy extraña. / Quien a mí estuvo unido / como carne en mi carne, / un poco más se aparta / cada instante que vive; / pero esa es mi tristeza / y mi alegría un tiempo, / porque se cierra el círculo / y él camina al amor”.

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