Jamás conocí a nadie que no le diera la más mínima importancia a los símbolos, eso sí, en algunos casos sin ser conscientes de ello. En nuestro entorno vivimos absolutamente invadidos y forman parte de una forma de vida.
No sé si son necesarios, pero sí estoy absolutamente seguro que son importantes, y sobre todo, estoy convencido de que merecen respeto, porque respetándolos, realmente respetamos a las personas que los valoran.
Uno de estos símbolos es la bandera. Si bien nadie está obligado a sentirse identificado, ni mucho menos, a llegar a dar su vida por una bandera, pero no debemos caer en la demagogia de pensar que una bandera no representa nada, ya que estaremos mintiendo.
Las banderas son símbolos que identifican sentimientos de unidad por algún motivo: aficionados de un club de fútbol, miembros de una cofradía, paisanos de una misma ciudad, región, país… Por tanto, darle importancia al respeto hacia una bandera determinada, es darle importancia a todo el grupo humano que dicha bandera representa, no es un trozo de tela.
Es evidente que nadie puede imponernos qué debemos sentir, hasta ahí absolutamente de acuerdo. Ser español no te obliga a sentirte español, pero ¿tan difícil es entender a quien sí se siente así? Todos somos una consecuencia de nuestras circunstancias, y no todos vivimos de la misma forma (afortunadamente).
Pero creo fundamental aprender a respetar las circunstancias de los demás y, por tanto, los símbolos que nos rodean, sin necesidad de dar nuestra vida por una bandera, ni tampoco de quemarla ni despreciarla.