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En román paladino

La amortización de Mas

Cataluña no va a cambiar como un calcetín por las sentencias.

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El gobierno da por amortizado al expresidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, pero lo malo para Mas es que lo quieren amortizado sus compañeros del nuevo partido –antigua Convergencia, ahora Demócratas de Cataluña-. ¿Por qué? Por la enorme corrupción que arrastran todos sus antecesores, sus colaboradores y sus gobiernos. Los nuevos cachorros recién independentistas desean pasar página y competir directamente en Cataluña con los que, según todas las encuestas de opinión,  se van a llevar los réditos políticos del “procés”. El proceso se ha tragado a muchos de sus impulsores y la actuación del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) y, dentro de poco, el Tribunal Supremo parece que va a enterrar por un tiempo a otros protagonistas.

Las condenas impuestas por el TSJC no han sido duras, pero han sido condenas. Ha absuelto de prevaricación y ha condenado por desobediencia al Tribunal Constitucional. Normal.  Los desafiantes al orden constitucional en Cataluña han sufrido –pero con  levedad- lo que le hubiese sucedido a cualquier hombre de la calle. No les ha servido la organización de una procesión o desfile cívico hasta la puerta del tribunal ni jalear a la opinión publica. Pero el tribunal no se ha ensañado, simplemente ha arrojado fuera de la vida pública a tres  patrocinadores de la ruptura con España, tal como es previsible que haga el Tribunal Supremo con el antiguo portavoz del gobierno catalán y ahora diputado Homs.

La otra cara de la moneda es que ni siquiera la pestilente corrupción que ha asolado la vida pública catalana, con enriquecimiento de sus dirigentes más destacados,  empezando por Pujol, ha cambiado el deseo de una consulta sobre la independencia en  una mayoría de la población catalana, aunque ya sepan que no era España la que robaba sino su gente más principal, como se decía antiguamente.

La historia sigue. Cataluña no va a cambiar como un calcetín por las sentencias. La forma gamberra  -jugando al todo o nada-   de hacer política, con la ruptura exprés, tiene seguramente los días contados. Pero la contumacia buscará otras fórmulas. El Estado se ha hecho presente a través de sus tribunales pero la política  sigue estando clamorosamente ausente. Un día llegará. Cuanto antes, mejor.

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