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Las dos caras de Trillo

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La memoria colectiva es cada vez más flaca. Nadie parece acordarse de Federico Trillo en papel de azote de la corrupción del gobierno socialista de Felipe González. Entonces cada uno de los episodios que se produjeron en el PSOE y en los aledaños del PSOE tenían en Federico Trillo un martillo inmisericorde. Ha resistido la sentencia del Yak 42 viendo como eran condenados militares que cumplieron sus órdenes y por eso precisamente fueron sentenciados por un tribunal al que el diputado del PP eludió sin dar explicación alguna a la opinión pública.


Ahora ejerce las funciones propias de tejer una explicación con tintes jurídicos a las acusaciones de su partido contra el Gobierno por haber creado un estado policial acusación en la que sólo coincide el PP de Mariano Rajoy y ETA. Ni una sola prueba. Las explicaciones de Trillo sobre las supuestas escuchas a su partido son tan flojas, tan carentes de rigor y contenido que sonroja que un jurista pueda mantenerlas. Pero Federico Trillo ha demostrado que es un todo terreno que con tal de continuar en la política es capaz de cualquier comportamiento.

Toma cuerpo la teoría del regreso al Partido Popular de la crispación: cuentan con un respaldo mediático y un conjunto de incondicionales que sirven para sostener las tesis más disparatadas. No importa volver a poner en peligro el estado de derecho. Es una medicina caducada, que ha demostrado su ineficacia para sostener un liderazgo carente de carisma: el de Mariano Rajoy, que independientemente de las oscilaciones en intención de voto de su partido, él sigue estancado sin conseguir el aprecio y la confianza de los ciudadanos.

Ahora Federico Trillo no tiene problemas para no ver la corrupción en su partido de la misma forma que tenía un microscopio electrónico para detectar la del Partido Socialista Obrero Español. Si la historia tiende a repetirse, puede volver a repetirse completa. Es posible que los incondicionales del PP se sientan cómodos en el lodazal de la corrupción y la crispación: pero son elementos aglutinadores de la izquierda que otra vez se puede movilizar aunque no esté contenta con el Gobierno de Rodríguez Zapatero, sólo por impedir que un Partido Popular de estas características pueda llegar al poder.

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