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Teología de Málaga

Teología de Málaga. Egoísmo

El planeta nos recuerda a cada tanto que, más allá de nuestro formidable progreso técnico, las leyes de la naturaleza no las dicta el hombre

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El planeta nos recuerda a cada tanto que, más allá de nuestro formidable progreso técnico, las leyes de la naturaleza no las dicta el hombre. Último escenario: la riada de la tormenta Gloria sobre Campanillas, con calles convertidas en barrizales, bajos inundados, garajes bajo el lodo, coches amontonados por la fuerza de agua, alcantarillas hundidas, vecinos atrapados y muchos enseres perdidos en familias humildes. El barro tiene la espantosa potencia estética de hacernos regresar a los orígenes para mostrarnos las leyes de la naturaleza.

Y en ese paisaje se quejaba una vecina de la falta de solidaridad. Lo de criticar en estos casos a la clase política es un clásico; como dicen los italianos: Piove, porco governo. No es que nos acordemos de Santa Bárbara cuando truena… sino de los alcaldes conejales, consejeros, todos esos que el sábado se pusieron el uniforme de visitar pasajes devastados antes de correr a ponerse el esmoquin para la Gala de los Goya. ¿Qué imagen hubiera sido renunciar a la fiesta para estar colaborando en Campanillas entre el barro?

Pero esta vecina ponía el dedo en la llaga más allá de : “¿dónde están los malagueños?”, preguntaba añadiendo tristemente que “aquí sólo ha venido a ayudar esta mujer” a la que señalaba componiendo una estampa desoladora de abandono.

En ese momento a cualquiera le podía venir a la memoria no ya la limpieza del chapapote del Prestige pero sí las tareas de limpieza en Sant Llorenç tras la riada terrible de 2018. A la mañana siguiente allí había decenas o cientos de vecinos de la comarca ayudando a limpiar, también el tenista nº1 del mundo, Rafa Nadal, que vive a unos kilómetros. Está claro que no somos Rafa Nadal, excepcional en tantas cosas, pero ¿dónde estábamos este sábado, este domingo, este lunes…? Todos, usted, yo, aquél… todos, ¿dónde estábamos? Pues cada cual a lo suyo, diciendo compungidamente, eso sí, qué desastre, qué pena… en lugar de calzarnos unas botas de plástico y ponernos algo de ropa vieja para ocupar unas horas.

No es que seamos individualistas, sino egoístas. En definitiva el egoísmo es la actitud que impulsa a una persona a actuar en interés propio antes que en interés de los demás. Platón, en su Gorgias, advertía que el egoísmo moral contradice el principio de igualdad obviando que los hombres son parte de una comunidad. Y Pascal apuntaba en su ‘Manuscrito Perier’ que es tan obvio que se trata de un comportamiento mezquino que tratamos de ocultarlo; o quizá ya ni siquiera disimulamos nuestro egoísmo, o egotismo como prefiere Savater. En fin, hemos dado toda una lección… de insolidaridad. Vergüenza de mí, vergüenza de todos.

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