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El verso se hizo al hombre (Al poeta Antonio Hernández)

Un artículo de la escritora Pepa Caro

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  • Antonio Hernández y Pepa Caro. -

POR PEPA CARO

Fue el martes en el hospital, ya dormía como si fuera de noche, pero su corazón latía. Me despedí del amigo y del maestro, le rocé el hombro cubierto por la sábana y le dije adiós; mientras Antonio Hernández dormía y pasaban los días, cerré la puerta en las narices al olvido y abrí sus libros para que entrara la luz. “El mar es una tarde con campanas” lo compré en la librería “Arcense” de Manuel Pérez Gil, en el año 1978, yo era una jovencita tímida que atesoraba libros como si fueran joyas. Aún no lo conocía, pero ya sentía el temblor de su poesía:

“Nunca se puede ocultar al corazón/ lo que han visto los ojos”.

Le conocí un par de años quizás más tarde, cuando el Ayuntamiento de Arcos, siendo Alcalde Jesús Ruiz, convocó el Primer Premio Internacional Julio Mariscal, auspiciado por Antonio Hernández para difundir la obra de Mariscal, de quién se consideraba un devoto lector. Yo estaba embarazada de mi primer hijo, Helios, y subí al teatro Olivares Veas con su sobrina Laura que era mi amiga, ella fue quién me presentó a Antonio Hernández y ella fue también quién me mecanografió mis primeros libros de poemas.

Después llegó la amistad, los encuentros, lecturas, presentaciones, el Premio de la Crítica que se celebraba en Arcos, gracias al mecenazgo de José Antonio Roldán y María Moreno, los días de verano en Cádiz junto a Juan de Dios Ruiz Copete, aquellas largas sentadas hablando de literatura, los cumpleaños en casa de Rafael Soto Vergés, Juan José Téllez siempre ideando proyectos nuevos, Fernando Quiñones en la Caleta o por el barrio de la Viña le decía “Antoñito” y rememoraban los distintos congresos de escritores a los que asistieron juntos; José Ramón Ripoll y Jesús Fernández Palacios, siempre en paseos por la playa, Rafael de Cózar, entrañable, estos tres últimos junto a Antonio Hernández fueron considerados “La nueva poesía gaditana” y se publicó un librito de portada amarilla y letras verdes en 1976 con introducción de Carlos Edmundo de Ory, que atesoro también entre mis libros.

Recuerdo sus cartas de maestro corrigiendo mis poemas, aconsejándome y sus llamadas de teléfono, sus visitas a Arcos…cada vez que abro un libro suyo se disparan los recuerdos, gracias a Antonio Hernández recibíamos una subvención del Ministerio de Cultura, cuando tuve responsabilidades políticas, para hacer cada año el que decidimos llamar Noviembre Literario, dedicado al estudio y la difusión de la obra de Julio Mariscal, por estas jornadas que él coordinaba, pasaron Félix Grande, Pablo García Baena, Manuel Mantero, Javier Reverte y muchos escritores más que no recuerdo de memoria.

Fuimos testigos gozosos de su habitación en Arcos, en el Hotel El Convento y de su emocionado libro llamado también “Habitación en Arcos”:

“Ciego por devoción de no querer más luz/ que la que fue en un niño, me ofrezco a la memoria/ sobre la peña oscura, de madrugada,/ madrugando en el tiempo lo mismo que madruga/ la infancia en los palotes escolares”.

Creo que finalmente atesoro casi todos los libros de Antonio, y me siento orgullosa de cada uno de ellos, de sus premios literarios, dos veces ha sido Premio Nacional de Poesía, de su corazón herido por tantos decesos en su familia, de su afición bética, contagiosa, literaria, ese Betis y la marcha verde, aquella manera de hablar de su equipo y de mostrar su carnet de socio.

Todos los días iba leyendo poemas sin querer mirar el reloj ni pensar en otros asuntos, desde el martes hasta el viernes, el viernes por la tarde se paró su corazón y sonó el teléfono.

En estos días encuentro más luz aún en sus poemas, y me emociono cuando leo y parece que su voz se superpone a la mía y lee él poemas así, este titulado ‘Como cuando era niño’:

“Esta mañana me ha reñido el médico/ del corazón por indisciplinado,/ y eso que ya no fumo; el logopeda/ porque no pongo atención como antaño/ el maestro en el colegio; después/ lo ha hecho mi mujer por no lavarme/ los dientes, los pocos dientes que me/ quedan, y después mi hija por teléfono./ (Por no dar pie con bola en el ordenador,/ vendrá mi hijo más tarde a leerme la cartilla)./ Sé que llevan razón y que me quieren,/ por eso lo hacen. Lástima/ que no puedan reñirme mis padres/ como cuando era niño”.

Podría haber elaborado una biografía más minuciosa de su ingente obra, de sus rotundas novelas, de sus artículos periodísticos o de sus numerosos libros de poesía, en todos ellos viene rondando su pueblo como un aroma inextinguible, de la medalla de Andalucía que recibió en 2015 por el conjunto de su obra literaria, podría hablar de sus valores y de su compromiso porque está en posesión del máximo galardón que concede la Fundación Siglo XXI a los valores humanos y culturales, de que el Premio Nacional de Poesía para jóvenes poetas que cumple este año su XII edición y la Biblioteca de Poesía Española con sede en Guadalajara, llevan el nombre de Antonio Hernández. Pero esas cosas podéis encontrarlas buscando datos sobre el poeta, yo me quedo con su amistad guardada entre los libros y mis recuerdos.

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