Mario el Mago, al frente del VIII Festival de Magia de Sevilla que comienza hoy, muestras sus `cartas´
Entrevistar a Mario el Mago requiere concentración y tener los cinco sentidos bien despiertos. Como buen ilusionista lo tiene todo calculado al milímetro. Es difícil sorprenderle con alguna pregunta e incluso se atreve a proponer ideas para el cuestionario. También influye el hecho de que Mario es psicólogo. Al final parece que el entrevistado es el entrevistador. Pero no se equivoquen, todo en un ambiente muy distendido: durante el desayuno. Mario pide zumo de naranja y, tras reconocer que el día anterior se acostó a las cuatro de la madrugada después de haber estado jugando a los dados y al futbolín en su bar, se mete de lleno en un discurso en el que el absoluto protagonista es el último proyecto que se trae entre manos: el VIII Festival de Magia Ciudad de Sevilla, del que es director y que comienza hoy en varios espacios de la ciudad.
¿Qué pretende conseguir con el Festival?
-Intentar crear en Sevilla una cultura mágica permanente. Hemos llegado hasta aquí con esfuerzo, pero esto no es sólo labor de ocho años, sino fruto de más de dos décadas de trabajo con el que se ha buscado un hueco para la magia en la agenda sevillana.
¿Cómo es el público sevillano?
-La gente en Sevilla cada vez reclama más magia. Digamos que ya existe una ‘clientela’ fiel. Lo que persigo es captar más adeptos y por eso en el festival hay actividades gratis.
¿Recibe la magia el apoyo de las instituciones?
-Sí, pero si queremos hacer un festival más potente debe haber más respaldo por parte de los grandes teatros y espacios cerrados.
¿Cuál va a ser el plato fuerte?
-Sin duda René Lavand. Es un espectáculo ver a un hombre de más de 80 años y manco haciendo magia. Está a 20 horas de vuelo (vive en Argentina) y no falta a la cita desde hace cinco años.
¿Qué hace Mario cuando no hay magia de por medio?
-Divertirme, practicar deporte... me gusta jugar y ¡en todo hay magia! Siempre llevo una baraja en el bolsillo y monedas y mi dedal mágico...
Le gusta ser mago, ¿no?
-Lo adoro. Voy por la calle y me encanta que la gente me pare y me pida algún truco. Juan Tamariz me enseñó que lo mejor de todo esto es la sonrisa que se le dibuja a la gente a la que se logra sorprender.
¿Cuándo empezó en esto?
-Me enganché a los cinco años cuando vi a mi padre hacer un truco. Después lo compaginé con los estudios, pero me dedico a ello de forma profesional desde 1989, cuando abrí mi bar de magia.
¿Qué hay de su otra profesión?
-Tengo pacientes esporádicos, imparto algunas clases en la UPO y ahora estoy interesado en la psicología deportiva.
¿Alguna meta al respecto?
-Me encantaría ser psicólogo de la selección nacional de balonmano, deporte que practiqué durante mucho tiempo, del Real Madrid y de Nadal.
Las cartas y dados, ¿sólo para los espectáculos?
-Tuve una época de jugador de casino hace tiempo. Por cierto, ¿qué tal si saco la baraja y te enseño mi último truco?