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Un escritor de ojos abiertos

Antonio Martínez Polo presentó su segundo libro ‘Microrrelatos para leer con los ojos cerrados’, de lo que se encargaron el poeta Pedro Sevilla y el periodista José Antonio Benítez

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  • Intervención del escritor Pedro Sevilla en la presentación del libro de Antonio Martínez Polo. -

El floreciente Centro de Día San Miguel quiso ser por decisión del autor el escenario donde presentar su nueva entrega literaria: Microrrelatos para leer con los ojos cerrados. Antonio Martínez Polo se rodeó de amigos y colaboradores para justificar los 525 microcuentos que contiene la obra, o los 525 apólogos, fábulas, adivinanzas, epitafios o incluso textículos, pero en cualquier caso un libro donde refugiarse, tal buen amigo, para entender un poco mejor lo que nos rodea. 

Las palabras de bienvenida de la velada fueron del presidente de la Asociación de Jubilados y Pensionistas Miguel Mancheño, Laureano Ruiz, para dirigirse al numeroso público, a las autoridades y para esbozar una pequeña biografía del autor.  Le siguió el incombustible escritor y poeta Pedro Sevilla, quien apuntó que “La greguería, dicen que inventada por Ramón Gómez de la Serna, es pillar al idioma por sorpresa, cogerle las vueltas a las palabras para que digan más de lo que dicen o lo digan de forma sorprendente y estupefaciente, dislocar el lenguaje, hacer chocar una palabra con otra, descoyuntar los conceptos produce chispas eléctricas que son las que hacen que al fin y al cabo nos hacen reír, sonreír o incluso carcajearnos. El aforismo, la sentencia, la conceja, el refrán e incluso el chiste o el chascarrillo son de la misma familia, si bien los primeros, me refiero al aforismo y la sentencia, se nos presentan formulados con más seriedad. Han sido practicados por filósofos, poetas y escritores de la talla de Nietzsche, Juan Ramón Jiménez, Monterroso y otros…

Todos estos pequeños grandes apartados literarios, me refiero a la greguería, al aforismo y a los demás que he indicado… ¿Pueden ser considerados cómo microrrelatos? Pues yo creo que sí, porque a poco de diseccionemos la palabra tenemos el significado exacto: micro significa pequeño y relato es algo que se cuenta por escrito o bien oralmente.
Cuando Gómez de la Serna nos dice que una lagartija es un cocodrilo de bolsillo, nos está contando que ambos animales son de la misma familia, pero a la lagartija por su tamaño nos la podemos meter en el bolsillo, y más modernamente podemos cocérnosla en un polito Lacoste…
Cuando Nietzsche escribía: El Infierno de Dios es su amor a los hombres…, estaba relatando su tormento interior con palabras duras, poéticas, estremecedoras…

Cuando Paco Gandía contaba el chiste de los garbanzos, o Chiquito de la Calzada se inventa nombradías como “menetericas” o “fistro de la pradera…” no están más que haciendo microrrelatos, pequeñas piezas oratorias o escritas, que convenientemente electrizadas y llenas de absurdos, ironías, temblor poético o perplejidad, nos hacen sonreír o mearnos de risa.
Antonio Martínez Polo en estos microrrelatos para leer con los ojos cerrados, que hoy presentamos al alimón mi amigo José Antonio Benítez y yo, reúne a mi modo de ver una especie de compendio de todos los géneros antes enumerados…


… Envuelto en una prosa habilidosa, el autor nos entrega en este libro un antídoto eficaz para estos tiempos de crisis y de malas caras, hacer reír y además hacer pensar, que es lo mejor que un ser humano puede hacer por otro, por eso creo debemos estar muy agradecidos a nuestro escritor, porque a través de la ironía, del sarcasmo, de la contradicción, ha sabido entrar en nuestros corazones y llenarlos de luz…”.


Por su parte, el periodista José Antonio Benítez, tras ofrecer otra biografía del autor, se refirió al libro como “La humanización de lo inerte” porque resulta habitual que el autor utilice las cosas como si éstas fueran los narradores de sus microrrelatos: “... Con Antonio las cosas se hacen animadas, toman personalidad y se humanizan: los cuerpos inertes hablan por sí solos.
En esta reunión de pequeñas historias, breves cuentos de ficción y realidad, la ironía es en ocasiones el hilo conductor; una ironía presente inexorablemente en nuestras vidas cuando afrontamos las ambigüedades y las contradicciones con las que actuamos el ser humano desde que nos bajamos de la cama. Porque quién pensaría a bote pronto que el médico es el fumador al que un paciente machaca pidiéndole que abandone su hábito o que un Antipinocho es un político al que le crece la nariz cuando dice la verdad…”.


“Otra característica de este conjunto de microcuentos es una actualidad atroz: las manifestaciones de los indignados o la crisis como hechos contemporáneos tienen aquí varias alusiones.  Un marido fue invitado por su esposa a dormir en el sofá tras una riña, entonces el buen hombre decidió asistir a una marcha de indignados, o cuando escribe: Con la crisis ya no van los clientes a las agencias de viajes buscando catálogos e información. Ahora son las playas del Mediterráneo las que visitan a las familias mostrando sus encantos.


Aunque lo que nos ocupe ahora sea un libro de microrrelatos, el autor homenajea en cierto modo este estilo en sus propias historias. Para él, la mano más bella es aquella que coge el lápiz y escribe un microrrelato o, de nuevo hablando de políticos, dice que La honradez de los políticos es un microrrelato.


La lectura rápida de esta obra, no obstante, podría conducirnos erróneamente a un Antonio Martínez que se anda exclusivamente por las ramas de la chufla, a pensar que es un tipo gracioso. Pero también deja entrever un lado atormentado que suele acompañar a los escritores. En los microrrelatos de la letra I nos lanza uno titulado Imposible, en el que dice: Estaba harta de tanta opresión. Decidí luchar con todas mis fuerzas contra esa déspota que me esclavizaba. Pero no pude liberarme. Era imposible, mi tirana era yo misma. Benítez acabó pidiendo al público y al lector que no miren a estos microrrelatos como aparentemente un ejercicio espontáneo: “Véanlos con los ojos bien abiertos y léanlos con los ojos del alma. Por si acaso, mantengan uno entreabierto, no vaya a ser que la realidad nos despierte de pronto y nos dé un susto”.

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