Las calles y los espacios urbanos imponen un nuevo sistema de relaciones que la galería, los museos o los teatros hacen imposible: no sólo cambia el marco locativo, sino también, el comportamiento de los espectadores y la índole de las obras. Y es que estamos en una época en la que las calles se llenan de actores, mimos, pintores, músicos… que esconden historias humanas que no siempre se corresponden con la imagen artística que rodea a los ‘artistas callejeros’. Esto es así, porque hay mucho idealismo, pero también es cierto que existen horas interminables soportando el frío y la indiferencia de la gente, sobre todo ahora en época de crisis; con la esperanza de salir adelante y poder algún día sustituir las calles por otro sitio mejor. Esta es la historia de muchos artistas callejeros. Pasen y vean.
¡arriba el telón!
El sol de cada amanecer sube el telón y… ¡empieza la función! para muchos artistas que realizan su trabajo en las calles.
Sus casas son sus camerinos, su imaginación es su propio guión y el suelo de la calle se convierte día a día en su lugar de actuación. Lo que para otras estrellas son los aplausos de bienvenida, para estas personas es una gran caminata desde su hogar hasta las calles centrales de la ciudad.
Este es el caso de numerosos artistas callejeros. Unos se esconden detrás de ropas estrafalarias y se encargan de gesticular sólo cuando reciben una propina. Otros se suben en una plataforma y se encargan de aguantar el movimiento durante horas como si en estatuas se convirtiesen. Otros en cambio, con un solo instrumento musical son capaces de sentirse miembros de una orquesta sinfónica. Algunos exponen sus pinturas como si de pintores censurados por el Estado se tratasen. E incluso se ven grupos de teatro claramente formados, que se valen de su gran imaginación para representar una gran función.
Si el teatro o la televisión de hoy en día es espectáculo, este dicho también se podría trasladar al ámbito urbano. La calle también lo es, y esto lo demuestran día a día numerosas personas, que son verdaderos artistas, con el único fin de ganarse unos simples céntimos de decenas de personas que pasan delante de ellos y que son incapaces de dedicar un solo segundo de su maravilloso tiempo en dar un simple aplauso, y es que la crisis afecta a todo el mundo.
No se sorprendan. Es cierto que muchas de estas personas están muy mal vistas y muy mal consideradas, pues tienden a ser comparadas con mendigos que se dedican a pedir limosnas, tan sólo por el mero hecho de tener en común el ámbito en el que trabajan: la calle.
¡Abajo el telón!
El trabajo en la calle es muy duro, y más aún en estas fechas en las que el invierno parece que nunca se va a ir. Si a esto le sumamos la indiferencia de la gente y la poca caridad que tienen, se hace ya insoportable. Pero estos artistas urbanos muestran día a día su mayor virtud, la constancia.
Ellos piensan y sueñan en llenar algún día grandes espacios, salas o teatros, donde su trabajo sea reconocido de verdad por decenas de personas. Donde ellos se sientan realizados y sobre todo, donde reciban un sueldo digno sin tener que pasar las calamidades que pasan.
Todo esto es por lo que están luchando estas humildes personas, pero la realidad es bien distinta. Sólo la oscuridad de la noche es la que se encarga de bajar el telón a una actuación muy larga y poco rentable para estos artistas. El cierre de las tiendas y el camino de vuelta a casa se convierten en los añorados aplausos de despedida para estas personas y sus propias habitaciones son sus camerinos donde pasan bastante tiempo para despojarse de sus ropas y quitarse la pintura.
En definitiva y reflexionando sobre este tema, el arte callejero es muy variado y muy interesante, pero por mala suerte no siempre es valorado como tal. Se trata de un trabajo largo, duro y que no proporciona grandes beneficios. Por ello y por diversas razones más, muchas de estas personas abandonan a profesión, desapareciendo por desgracia, mucho talento que se esconden por las esquinas.
El arte callejero: Pasen y Vean
Las calles y espacios urbanos imponen un nuevo sistema de relaciones que la galería, los museos o los teatros hacen imposible: no sólo cambia el marco, sino también, el comportamiento de los espectadores y la índole de las obras
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