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El Señor es azotado en su escarmiento público, de San Francisco al casco antiguo

San Antonio repitió con su inmoral tríptico imaginero en uno de los cortejos más largos de la Semana Santa de Arcos, en el que la Virgen recuperó una saya de 1900

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Después de haber sufrido uno de los juicios más torticeros de la historia, Jesús es azotado cruelmente por dos sayones romanos. Detrás, afligida, su Madre de la Paz camina sigilosa, blanca. Por delante, el prioste de la hermandad, San Antonio.


La historia se repitió el Martes Santo arcense, fiel a la estampa evangélica que narra el martirio de Cristo antes de caminar hacia la cruz, con la salvedad de la presencia del franciscano abriendo el cortejo; personaje fuera de ese contexto de la pasión pero que al mismo tiempo llena de sentido la procesión cofrade.


Encapuchadas, las cargueras del pequeño paso del santo lo condujeron desde San Francisco al casco antiguo y viceversa, pasando inicialmente por las calles Gomeles, Alta y Corredera. El paso fue exornado este año con flores blancas. Tras un primer tramo de hermanos de fila, ataviados con el tradicional hábito blanco y capirote azul, llegaba una de las imágenes más esperadas por su espectacularidad, la proporcionada por los armaos de la hermandad.


Los legendarios romanos danzaron de extremo a extremo de la calle con su curioso ritual y una seriedad extrema ante la mirada atónita de quienes desconocen la tradición singular de Arcos. En ocasiones, amenazando al público con sus lanzas, pero sobre todo con sus semblantes bélicos. Todo forma parte de la particular recreación de la pasión de Cristo, donde el papel del soldado romano fue notorio durante el martirio.


Justo detrás de los armaos, el Señor Atado a la Columna lució su estampa de siempre, con numeroso público agolpado en los alrededores del templo de San Francisco y seguido por la mirada de miles de personas a pie de calle y desde balcones, ventanas o azoteas. El paso del Señor fue alfombrado este año con claveles color púrpura. Le siguieron nuevos tramos de nazarenos ya vestidos de riguroso blanco, los que acompañan a María Santísima de la Paz, que este año vio recuperar su saya de 1900; una prenda de color burdeos con adornos bordados en hilo de oro que arrastra un siglo de historia, pero que conserva un simbolismo especial para la corporación del Martes Santo por su antigüedad.  En María se centraron numerosas peticiones antes y durante la procesión, pues fueron numerosos los arcenses los que pudieron rezar a sus plantas.


El acompañamiento musical de la procesión de este año corrió a cargo de la Agrupación de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores, de Gilena (Sevilla).
Como suele ocurrir, los momentos más íntimos se vivieron, ya con la noche encima, en las estrechas calles del casco antiguo, por donde conducir un paso requiere gran maestría, y donde la oscuridad y el silencio invitan a una reflexión.

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