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La nostalgia de cada Lunes Santo

Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas y María Santísima de la Amargura recorren un camino emocional provocando respeto y admiración

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  • Procesión del Lunes Santo. -

La franciscana hermandad de las Tres Caídas colmó con su procesión un Lunes Santo más condescendiente que el día anterior, con un viento de levante, si es posible, más llevadero. Su desfile mostró ante arcenses y visitantes, contados por cientos agolpados alrededor del templo de San Francisco, una escenificación con los matices penitenciales que la distinguen, así como su seriedad más profunda. Lo que representa así lo exige: Jesús camina a su destino fatal en la cruz y cae por tercera vez hacia su calvario.

Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas recuperó para su reencuentro popular la bella túnica bordada que estrenara en la procesión extraordinaria con motivo del setenta y cinco aniversario fundacional de la hermandad. Su paso se antojó un campo de lirios del color de la pasión. Precedido de la cruz de guía que marca la carrera oficial y de las primeras filas de nazarenos, el paso de Cristo cruzó el umbral de San Francisco en un momento especialmente emotivo para la hermandad, pues su banda de cornetas y tambores interpretó la ‘Bulería de San Román’, la marcha favorita del tristemente ido Juan Manuel Carrera, quien fuera capataz del paso y un histórico de la hermandad. En señal de duelo aún por el luctuoso hecho que sobrecogió a los hermanos, el paso de Cristo lució un crespón negro en el llamador que tantas veces haría sonar. No en vano, otro detalle sonoro de la salida fue el estreno de la marcha llamada ‘Del arrepentimiento’.

A partir de ahí, el cortejo tomaría su recorrido tradicional para alcanzar la plaza de Las Aguas, donde la parada se hizo necesaria para que el buen saetero Antonio Soto ‘Sotito’ se dirigiera al Padre del barrio de San Francisco, en un gesto que el público recompensó con su aplauso y con admiración. A eso que el palio de María Santísima de la Amargura tomaba San Francisco abajo ante la inicial imposibilidad de encender su candelería por los efectos del viento. No así más tarde, donde pudo lucirse con el resplandor de las velas. Puso música al dolor de María la habitual y amiga agrupación musical de Nuestra Señora de Palomares, convertida ahora en asociación filarmónica. 

Se presagiaba una buena noche para una hermandad que lleva por dentro y por fuera la penitencia, de la que especialmente dan fe los abundantes hermanos de fila desprovistos de calzado que cargan enormes y pesadas cruces por las todavía frías calles de Arcos. No faltaron los sutiles detalles del cuerpo de acólitos y la presencia de la orden franciscana, así como un buen acompañamiento de hermanos de fila rigurosamente enlutados y con su característica cruz blanca. 

La subida por la Corredera, su paso por el palco oficial, Cuesta de Belén y casco antiguo contó con un gran acompañamiento digno de la hermandad del Lunes Santo. Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas y María Santísima de la Amargura llegaron así al corazón cofrade de Arcos, mostrando una estampa sempiterna que evoca momentos idos y recuerdos imborrables.

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