Es entendible que, ante la situación que estamos viviendo los españoles desde el pasado mes de marzo en el que se nos confinó y empezaron las restricciones en nuestras vidas y nuestros derechos, la gente tuviera una reacción de alegría desmedida ante el levantamiento de diversas limitaciones. Es lógico, la gente está cansada de estar en casa y de tener esa vida tan antisocial.
No estamos acostumbrados a ellos, quizás en los países nórdicos sí sea habitual pero, en España, y más concretamente en Andalucía, no estamos acostumbrados a pasar días y días en casa y a no poder estar en un bar más allá del horario permitido en la actualidad.
Ahora bien, ¿nadie es consciente de la situación en la que estamos inmersos? Estamos a las puertas de una tercera ola sin precedentes y que, según indican los expertos en epidemiología, será superior en cuanto a las consecuencias a la primera que tuvimos.
Yo no sé ustedes pero yo he visto bares abarrotados con celebraciones familiares y no tan familiares. Es una tremenda irresponsabilidad hacia nosotros mismos y hacia el conjunto de la sociedad. De nada valen determinadas medidas de salud pública si a la primera de cambio nos saltamos las reglas.
Hablando de reglas y de saltárselas se me viene a la cabeza la necesidad del ejemplo que deben dar nuestros representantes públicos. En estas navidades hemos visto ejemplos en los que se ha saltado lo regulado por quien precisamente tiene que dar una conducta adecuada de cara a la ciudadanía. ¿Qué credibilidad tiene un representante de los ciudadanos sin hace actuaciones que van directamente en contra de la salud de estos administrados?
¿No se toman medidas de oficio contra estas personas?, ¿se está mirando para otro lado?
Miren, en diversos países, los representantes públicos han retransmitido su vacunación para dar ejemplo y animar a la ciudadanía a adoptar este comportamiento responsable. Yo en mi país, en España, no pido eso. Esa estrategia de marketing político me parece totalmente negativa. Lo que le pido a los políticos es que den ejemplo cumpliendo las leyes y no teniendo privilegios por razón de su cargo público.
Quien no lo haga, quien se equivoque, porque todos tenemos el derecho de equivocarnos, debe asumir las consecuencias de sus actos y tener la decencia de dimitir inmediatamente tras ser sorprendidos.
No queda otro camino que ese.
Les aludía a la decencia pero, ¿la tienen algunos?, ¿saben lo que significa eso?
Respondan ustedes mismos a esas dos preguntas que les hago y realicen una valoración de los actos de quienes han sido pillados.
