Uno de los grandes acontecimientos culturales del verano ha sido el fallo del Premio ‘Alcaraván’ de Poesía, obtenido este año por el poeta madrileño Gonzalo Escarpa gracias a su trabajo titulado ‘Carta a Juan Gil-Albert’. La convocatoria del premio fue todo un éxito a juzgar por el número de trabajos presentados: 665, provenientes de “una variedad geográfica inmensa”, según expresaba el portavoz del jurado, el poeta Jorge de Arco. Los originales llegaron desde Hispanoamérica y otros continentes, aunque, en su mayoría, la procedencia fue española. “Ha sido complejo encontrar un ganador entre tantos aspirantes”, reconocía De Arco.
“Un trabajo sentido” Desde el jurado se destacaba que el poema es “un trabajo sentido, que hace memoria”. Gil-Albert fue coetáneo de la Generación del 27 aunque su vinculación fue menor al mantenerse alejado de tendencias y estéticas comunes, habiendo tenido que vivir, como otros autores, en el exilio.
El poema es un diálogo sostenido con Gil-Albert, con una tonalidad rítmica muy precisa que alberga una palabra de emoción contenida, señalaba De Arco. El propio alcalde de la ciudad, Isidoro Gambín, presidió el jurado, compuesto además por personalidades ampliamente reconocidas y de diversas trayectorias en el mundo literario, empezando por uno de los impulsores originarios del certamen, Carlos Murciano, y siguiendo por María Jesús Ortega, Pedro Sevilla, Pepa Caro, Miguel Ángel Rincón, Josefa Parra y el propio Jorge De Arco.
La delegada municipal de Cultura, María Macías, actuaba en calidad de secretaria del fallo. Gonzalo Escarpa nació en 1977. Se trata de un activista y gestor cultural que ha desempeñado su tarea tanto fuera como dentro del país. En sus manos, tiene ya cuatro libros de poemas publicados. Las deliberaciones tuvieron lugar como es tradición coincidiendo con la festividad de la patrona de Arcos, la Virgen de las Nieves.
A continuación reproducimos en poema ganador:
Querido Juan:/ no creo, en ningún caso, que conozca/ tu vocación, tu biografía, la/ deriva curva o recta de tus días./ Algo puedo leer, como cualquiera./ Que fuiste rico, o casi,/ feliz no, poeta sí, y/ poco más./ Pero una biografía es siempre un cuento/ mal contado/ y bastardo/ y aburrido./ ¿Cómo entender apenas un milímetro/ de tu paseo exacto por el mundo/ en dos párrafos previos/ a la nomenclatura de tus obras?/ Respetuosamente, yo quería/ saber por qué escribiste/ sobre oficios, y sobre la belleza./ Por qué fuiste a vivir 90 años./ ¿Te gustaba el piano? ¿Y el invierno?/ ¿Fuiste siempre lector de Plauto? ¿Sabes/ que nadie lee tus divagaciones/ en este oscuro siglo? ¿Te incomoda?/ Querido Juan,/ en la universidad no me dijeron/ que tenías sextinas escondidas/ en los floreros limpios de tus libros,/ que sabes encontrar la forma exacta/ del nombre en el poema./ Es un amigo/ el que me invita a ti. Tú eres mi amigo./ Hoy es verano. Estoy en Alicante,/ donde naciste un día como quien/ apila mil manzanas, y te escribo/ porque al escribir tú me estás llamando/ y quería mandar al infinito/ en el que ahora flotamos/ esta misiva simple, decaída,/ que no es ni despedida ni saludo/ ni reconocimiento ni reproche./ Dejemos que esta carta se termine/ así, como si no/ la hubiera escrito yo, ni tú, ni nadie;/ no finjamos siquiera/ que un día hablamos, que nos conocimos,/ que compartimos algo. Compartamos/ esta carta./ Un abrazo. El poema añade una cita del propio Juan Gil-Albert que dice “Gloria a ti, delincuente, soy tu amigo”.
