Este es uno de los datos que ofrece el profesor del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Salamanca, David Rodríguez, en su libro Alcohol y cerebro.
En declaraciones a Efe, Rodríguez destacó que se estima que el cinco por ciento de la población ingiere una cantidad de alcohol suficiente como para provocar riesgos de padecer múltiples consecuencias adversas, tanto físicas, como psíquicas o sociales.
A través de su obra, el profesor de la Universidad de Salamanca ha intentado indagar en el motivo, en “¿porqué se bebe?”, además de ofrecer explicaciones científicas sobre las consecuencias del consumo de alcohol.
Rodríguez denunció que el alcohol se ha convertido “en un elemento de la vida cotidiana”, que se ha hecho “imprescindible para muchas personas” que necesitan su ingesta “en mayor o menor medida” para poder relacionarse con los demás.
La obra es crítica también “con la excesiva tolerancia social” que existe respecto a las bebidas de graduación, aunque en este sentido el bioquímico ha matizado que “se tolera hasta un punto, que nos parece social y luego gracioso, pero a partir de aquí hay un rechazo hacia el bebedor”.
Rodríguez concretó que una persona bebe “por afición o por disposición genética” y subrayó que, aunque el alcoholismo no es hereditario, “si existen unas familias con mayor predisposición genética que otras para que les afecte más el consumo”.
El profesor de la USAL desveló que, aunque la ingesta de forma global de bebidas con graduación no se ha incrementado en los últimos años, sí lo ha hecho entre los jóvenes y sobre todo entre los adolescentes a partir de los 13 años de edad.
Una situación “muy preocupante” por que estos “niños, comienzan a beber sin tener la percepción de que pueden llegar a ser alcohólicos”.
Además, alertó de los problemas que derivan del tipo de consumo de los jóvenes que suele ser en “atracones”, con importantes ingestas en un breve tiempo, como puede ocurrir en los botellones.