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La OMIC de La Línea acusa a las empresas de "programar" la poca duración de los productos

La oficina linense pone en alerta a los consumidores, y afirma categóricamente que "es evidente que las empresas intencionadamente cada vez acortan más la vida de sus productos, es lo que se llama obsolescencia programada u obsolescencia planificada"

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  • Una persona utilizando un ordenador. -

 

Desde la Oficina Municipal de Información al Consumidor (OMIC) de La Línea de la Concepción, dependiente de la concejalía de Sanidad y Consumo, cuya concejala delegada es Carmen Ramírez, pusieron este martes en conocimiento de los consumidores las prácticas habituales que suelen utilizarse para acortar la vida de los bienes de consumo.

Para la OMIC, "es evidente que las empresas intencionadamente cada vez acortan más la vida de sus productos, es lo que se llama obsolescencia programada u obsolescencia planificada. Es probable que no nos encontremos demasiado familiarizados con este término, aunque seguramente seamos uno más de los millones de consumidores que han sufrido alguna vez sus efectos".

Recordaron que esta denominación hacen referencia al "progresivo acortamiento de la vida de un producto con el fin de convertirlo en un objeto de casi usar y tirar, con el consiguiente gasto por parte del afectado al tener que comprar otro. La operación es simple, basta con la inclusión de pequeñas piezas manipuladas en nuestros ordenadores, lavadoras, televisores, vehículos, herramientas etc., de manera que estos no tarden demasiado en dar problemas. Así logran que nos veamos en la necesidad de reparar el daño con la consiguiente sorpresa que nos llevamos al conocer el precio del arreglo, que veces puede superar el valor del nuevo. Conclusión: acabamos comprando otro. Eso es precisamente lo que se busca, que cada vez duren menos nuestros aparatos o utensilios para así mover la rueda económica siempre basada, como decimos, en el consumo continuo", incidieron.

La OMIC llegó incluso a afirmar que, "desde su fabricación se puede programar una obsolescencia progresiva de tal manera que cuando el aparato llegue al límite empiece a funcionar con una tasa de fallos más elevada con sólo implementar en el aparato un contador, ya sea físico mediante un chip o intangible, como una aplicación informática. El fabricante puede determinar el número de horas que el producto debe funcionar, las hojas máximas que debe imprimir, o las horas de conversación que debe mantener un móvil antes de averiarse".

Esta caducidad planificada afecta sobre todo a la electrónica de consumo y la informática, según la OMIC. "Cada dos años, un habitante de los países desarrollados cambia de móvil, mientras que la vida media de los ordenadores se ha reducido de seis a dos años desde 1997 hasta nuestros días, según coinciden diferentes encuestas de consumo".

En concreto, en el mundo de la electrónica, "la batería es uno de los mejores candidatos para estropearse. En móviles y ordenadores son los productos que más reemplazamos. Cada año se venden más de mil millones de teléfonos móviles en el mundo, mientras que dos de las principales consultoras que analizan el mercado de los ordenadores, IDC y Gartner, pronosticaron que en 2012 se venderán más de cuatrocientos millones de ordenadores, casi un 5 por ciento más que el año anterior", manifestaron.

Para la OMIC linense, "la evidencia del actual sistema de producción está clara. No se ajusta en absoluto a la armonía y al equilibrio de la naturaleza". Añaden que, "cada producto que se vuelve obsoleto implica contaminación", y que en el planeta "hay más de 7.000.000.000 de habitantes y, teniendo en cuenta que la generación diaria promedio de basura “per cápita” es de un kilo, una simple multiplicación nos lleva a una cifra espeluznante en toneladas de desechos". De ellos según la ONU, los 2,5 millones de toneladas de plomo que se generan anualmente en todo el mundo, "tres cuartas partes sirven para fabricación de baterías, que se utilizan en automóviles, teléfonos y computadoras portátiles o en las industrias. Todas esas materias primas  se extraen del tercer mundo a precios reventados, más tarde les son devueltas en forma de basura", apuntaron desde la OMIC.

En opinión de la OMIC, "deberán ser los consumidores quienes impulsen el cambio. En numerosos casos a lo largo de la historia han conseguido con su conducta el cambio de comercialización de éste o aquél producto, comprar productos locales, comarcales, regionales y nacionales podría ser una buena fórmula para iniciar cambios. Igualmente si se obliga a las multinacionales y grandes marcas a crear productos de larga duración, a poco inteligentes que sean, verán un filón en fabricar objetos más duraderos", comentaron.
 

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