Desde hace varios veranos no falto a mi cita con Los Marinos José, este restaurante familiar que ha ido creciendo hasta convertirse en una de las instituciones del producto en España. Comer en esta casa es sinónimo de felicidad, desde el mismo momento que pones un pie en la misma dilucidando entre su imponente mostrador de pescados que maravilla vas a poder probar hoy.
Esta visita era especial, iba a caer un homenaje de esos que se quedan en el recuerdo, avisamos previamente que nos preparasen un menú a gusto de Pablo, el genio escondido en la cocina.
El menú es realmente esplendoroso, empezando por su eterno boquerón, sin duda el mejor que un mortal pueda comer, pasando por una inmejorable tanda de mariscos en la que se encuadra una gamba roja de Palamós, langostino de Isla Cristina o la cigala de Fuengirola para terminar con su salmonete.
Puro y conciso, el intenso sabor salino que va en aumento cubre el paladar por completo, bendita mar que nos deja tales productos para que una cocina como esta pueda sacarle lo mejor a cada pieza. Puntos cada vez más atinados y arriesgados, en los que se puede apreciar que la cocina de Pablo está en un proceso imparable. Esta evolución termina dando algunos platos corrientes y otros en cambio épicos, el riesgo es lo que tiene.
La sala llevada por José también ha ido creciendo y en la que este verano la langosta con huevos y patata ha sido su protagonista, plato importado desde Formentera y que aún no he tenido el gusto de probar.
Está claro que comer es un placer y Los Marinos José es uno de esos recónditos lugares donde el placer está por encima de todo, para mí sin duda es donde mejor materia prima del año como y eso que uno ya va conociendo sitios de toda España. No imaginamos la suerte que tenemos con que un restaurante de tales características este en nuestra costa.
Larga vida a Los Marinos José
