"Donde se queman libros se terminan quemando también personas". Heinrich Heine
Hace unos días prendieron fuego a varios libros depositados en la Biblioteca libre instalada por el Ayuntamiento en el parque la Atalaya de Conil, en cumplimiento de su aprobación en los presupuestos participativos. Alguien desconocido, hasta estos momentos, incendió ejemplares de los libros de intercambio libre depositados en esta biblioteca de paso. La noticia ha provocado encendidos comentarios en las redes sociales, con una mayoría lamentando el suceso y señalando con el dedo acusador al gamberrismo juvenil y a la falta de seguridad. No puede haber un policía detrás de cada libro.
Desde mi humilde opinión, creo que dos motivaciones diferentes han podido provocar este acontecimiento, y por tanto, dos tipos de personajes distintos. Por un lado, podría ser el gamberrismo propio de algún imberbe con ganas de hacerse notar en su pandilla, como podría romper un banco, una papelera, una planta... La primera reacción, de cierta gente, es la de apelar a la vigilancia, seguridad, falta de educación… y algunos aprovechan para criticar al equipo de gobierno, porque se la tienen sentenciada desde hace tiempo y aprovechan para atizarle. Mas allá de lo superficial, de lo inmediato, sería razonable preguntarse qué está pasando por la cabeza de esos presuntos jóvenes incendiarios. ¿Que ocurre en los institutos, en la universidad o en las familias o mas globalmente en la sociedad? ¿Es normal que se quemen libros? El poeta alemán Heinrich Heine, nos avisaba hace bastantes años que “Donde se queman libros se terminan quemando también personas".
Si ponemos el espejo retrovisor, de la historia aprendemos que corresponde a tiempos convulsos, las hogueras de libros. La santa inquisición practicó durante siglos la quema y prohibición, el franquismo practico la quema publica de ejemplares de escritores prohibidos, el nazismo lanzó a las llamas libros de “judíos y marxistas”, en 1973 en Chile el dictador Pinochet encendió hogueras de papel en un Santiago ensangrentado… son algunos ejemplos significativos. El problema no solo fueron los libros. Al mismo tiempo se quemaban en las hogueras personas. En los campos de concentración, en las cunetas se asesinaban a los que pensaban de otra manera al poder establecido por el poder de las armas. Se masacraron a las personas y sus ideas. Ideas y sentimientos plasmados en hojas de papel para su difusión. Solo una sociedad con miedo utiliza la fuerza para impedir la divulgación de las diversas opiniones o visiones del mundo.
Vivimos tiempos de incertidumbre, en todos los aspectos: económicos, políticos, sociales, culturales… para algunos las respuestas fáciles les llevan a negar los valores de convivencia democrática construidos durante muchos años. No hay respuestas fáciles a problemas complejos. Hoy en las redes sociales y en los medios de comunicación la crispación, el insulto está a la orden del día. El virus biológico ha venido acompañado de otro más perverso que nos enfrenta a nuestro pasado traumático. Se está implantando una hegemonía en las ideas, de conservadurismo, de individualismo narcisista como consecuencia de la aplicación duradera de unas políticas socioeconómicas neoliberales, propias de un capitalismo salvaje. Esto influye en nuestras actitudes, en nuestra vida cotidiana, en nuestros pensamientos, en nuestro sentido común. Los chavales, de igual manera, están inmersos en este contexto, atrapados como en un laberinto, donde la salida es desconocida, pero ni la escuela, ni la familia, ni la sociedad le señalan indicios de donde podría estar. ¿Quemar libros en la Atalaya tiene que ver con esto? Podría ser. La historia nos lo indica, aunque esta sea una acción aislada, y no producto de un poder dictatorial instituido. La lectura, los libros, las bibliotecas son una forma de poder salir del laberinto. Una biblioteca es una infraestructura social, un palacio del pueblo, donde personas diversas comparten lecturas, experiencias, se crean lazos sociales de convivencia… el objeto de las bibliotecas libres es acercar más la lectura al intercambio de libros, de usos colectivos, de seguir creando comunidad, de crear hábitos de compartir, aunque sea un simple libro… “Hay algo asombroso en el hecho de haber conseguido preservar las ficciones urdidas hace milenios”, nos dice Irene Vallejo en el Infinito en un junco. La historia ha demostrado, que a pesar de los pirómanos, que los libros y la lectura actúan como un corredor de fondo.
Sin embargo, podría ser que la persona pirómana, joven o no, sea consciente ideológicamente de su actuación al quemar los libros. Antonio Machado decía que el fascismo es la negación de la cultura. Estaríamos en este caso. Hubo un intento de quemar la patera en el paseo marítimo, pintadas en el mural feminista de la calle Edison, el círculo se completa con el atentado a la lectura. La extrema derecha en su cruzada contra la inmigración, el feminismo y la cultura habría dejado sus huellas. Para cierto pensamiento arcaico, todo lo intelectual es innecesario, es una pijada de “rojos” la instalación de bibliotecas libres en los barrios. Irene Vallejo nos indica que “donde los documentos se eliminan y los libros no circulan libremente, es muy fácil modificar a placer, impunemente, el relato de la historia”. La extrema derecha desea renovar nuevamente la barbarie, por ello se opone a la memoria histórica y democrática porque quieren justificar el relato de la tradición nacional católica y los valores antidemocráticos del régimen dictatorial del franquismo, adornado con una patina de modernidad. En el fondo defienden lo mismo de siempre, mantener los privilegios de la misma elite burguesa y capitalista, a través de los valores tradicionales de Patria, Religión y Propiedad. Mucha banderita de España en la muñeca pero los dineros en Suiza o en un paraíso fiscal, mucho rezo y colegios católicos de elite pero al prójimo lo maltratan en contra del ejemplo de Jesucristo, la propiedad, por encima de todo, y lo público, lo de todos, al servicio de lo privado. Para ellos, los nadie, los que no tienen nada, la beneficencia o que se mueran sin hacer muchos ruidos que los pueda molestar en el disfrute de sus privilegios, en su ideal de patria y de orden público.
Mi opinión, ante la quema de libros, debe ser la ampliación por parte del ayuntamiento de las bibliotecas libres en diferentes puntos de la localidad. Es importante mostrar fortaleza en defensa de la cultura y la convivencia democrática.
La novela distópica de Ray Bradbury “Fahrenheit 451” describe una sociedad donde los libros están prohibidos, y existen “bomberos” que en vez de apagar incendios queman libros. El titulo explica la temperatura a la que se inflama y arde el papel de los textos literarios. Bradbury , pone en boca de un personaje la frase “Los libros están para recordarnos lo tontos y estúpidos que somos. Son la guardia pretoriana de César, susurrando mientras tiene lugar el desfile por la avenida: recuerda César, que eres mortal”. Digámosle al cesarismo imperante que somos humanos y la cultura nos hace libres e iguales.