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Curioso Empedernido

Tenemos curiosidad

o triste, es cuando desaparece de nosotros la curiosidad, nuestro viaje se convierte en una huida

Publicado: 04/04/2024 ·
09:02
· Actualizado: 04/04/2024 · 09:02
Autor

Juan Antonio Palacios

Juan Antonio Palacios es observador de la conducta humana, analista de la realidad y creador de personajes literarios

Curioso Empedernido

Curioso empedernido. Curioso de las tres pes, por psicología, la política y el periodismo, y alérgico a las fronteras y murallas

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Sentimos curiosidad por lo que y quienes nos rodean, y cuando esta desaparece de nuestras vidas, es como si anticipáramos nuestra muerte. Dejar de tener interés por lo que sucede en nuestro mundo próximo o lejano, es como no estar. No rebelarnos y luchar contra las injusticias es convertirnos en unos conformistas que alienta el desaliento.

Por eso hemos de alimentar nuestra necesidad de conocer más allá de lo que vemos o quieren presentarnos, y combatir el desinterés y la indiferencia, callando en la complicidad y respetar a cualquier ser humano por el hecho de serlo, sin invadir sin su consentimiento, su espacio y su tiempo.

Los tiempos que corren nos facilitan compartir y acceder al resto del mundo en ocasiones a través de la tecnología, a veces como es el caso de muchos menores que aún no tienen un criterio formado sin control alguno. Y cada vez que nos asomamos a algunas de las pantallas por la que pretendemos interactuar con el resto de la humanidad, nos presentan imágenes y contenidos falsos dejando nuestras puertas y ventanas abiertas a todo tipo de aplicaciones para que realicen los más variados montajes.

La curiosidad nos hace abrirnos  horizontes y avanzar hacia lo que no conocemos, abriéndonos a nuevas opiniones y experimentando nuevas impresiones. Si no ponemos nada en duda y nuestra vida es un rosario de dogmas, mataremos nuestra curiosidad y paralizaremos nuestra imaginación y de su mano la creatividad.

No debemos dejar de mirar , observar y preguntar, tal y como decía Henry James y descubriremos cosas que ni soñábamos y no olvidemos que las cosas no siempre son lo que parecen ser, encontraremos nuevos caminos que explorar y no quedar atrapados en lo que creemos que es el éxito insuperable.

Sentimos curiosidad por nuestro futuro y no sabemos que nos va a ocurrir en unos minutos, y sin reservas mentales ni esquemas rígidos  e inflexibles , nos debemos  alejar de encerrarnos en nosotros mismos o de alejarnos de la realidad, como decía Hegel “El hombre no es lo que es, y es lo que no es”.

Si queremos encontrar nuevas posibilidades de lo conocido, y descubrir nuevas formas de protagonismo, no podemos dejar de ser curiosos sobre lo que les sucede a los demás, y tratar de comprenderles al vivir con ellos, sin en ningún momento tener la tentación de manipularlos, chantajearlos o simplemente eliminarlos

En la actualidad, cuando algunos personajes son tan dados a presumir de todo aquello que después son incapaces de hacer, aunque se recreen en el autobombo de los platillos y las trompetas, en un discurso que por desgracia es bastante frecuente entre la fanfarria y el catetismo carentes de curiosidad.

Pasar por el mundo exige que el mundo pase por nosotros, y esto requiere tiempo y un buen vehículo, nuestros pies y unas despejadas ventanas, nuestros sentidos para encontrar lo más característico, lo más bello, lo más auténtico, huyendo de las rápidas y mecánicas explicaciones en las que se dan una serie de datos históricos y arquitectónicos que buscan asombrar al auditorio, pero que nada nos dicen el espíritu de aquel, de quienes levantaron lo que estamos visitando.

Lo triste, es cuando desaparece de nosotros la curiosidad, nuestro viaje se convierte en una huida. Huir de los vecinos, de la familia, del hogar, del barrio, del trabajo, de los compañeros, de los amigos, de nosotros mismos, eludiendo nuestra responsabilidad, frente al trozo de historia que nos ha tocado en la rifa.


 

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