El británico Andy Murray, segundo favorito, llevó hasta la extenuación al argentino Juan Martín del Potro para retener el título de campeón olímpico y ganar su segunda medalla de oro consecutiva (7-5, 4-6, 6-3 y 7-5).
Una dura lucha que sobrepasó las cuatro horas de partido terminó por encumbrar a ambos protagonistas, abrazados en el centro de la red cuando el británico se anotó el último punto, el que le dio el éxito.
Andy Murray se sentó después y rompió a llorar. Un desahogo necesario a la presión cada vez mayor que soportó en la pista. Murray mantuvo el tipo a pesar de los arranques de furia y el afán de su rival, que sale reforzado también de Río. Devuelto a la elite y con un futuro que le advierte entrometido entre los aspirantes a la cima.
El tenista de Tandil abandonó la cancha emocionado. En cualquier caso había sido el animador del torneo. El agitador de una competición para la que no contaba. Capas de entrometerse en el camino de Novak Djokovic, número uno del mundo, y del español Rafael Nadal.
Murray terminó por lograr lo que nadie. Dos medallas de oro en unos Junegos tras un partido se topó con todo el dramatismo que a veces retrata a los Juegos Olímpicos. Una lucha por el oro terminó por ser una lucha por la supervivencia. Dio la sensación de que ambos sufrían para mantenerse en pie. Y que el primer premio de Río 2016 iría a parar para el que fuera capaz de mantenerse menos castigado físicamente.
En el tramo final, hubo más roturas de saque que servicios ganados. Intercambios más largos, tiros profundos y dejadas eternas para el adversario.
A la escena contribuyó el público. Agitado y generoso, cada vez más metido en el partido y solidario con su favorito.
El cuarto set fue prueba de todo ello. Acaparó todo el dramatismo sobrepasadas, de largo, las tres horas de partido. Rostros desencajados, andares pausados y tiempo, mucho tiempo entre un punto y otro en busca de respiro.
Fue el tramo final de un choque jugado a tirones. Del Potro, que afrontó el compromiso con una desventaja de cinco derrotas en siete partidos, no jugaba contra el segundo jugador del mundo desde que le batió en Indian Wells.
Anty Murray rompió pronto y abrió una brecha hasta el 4-1. Pero quedaba mucho partido. Del Potro hacía tiempo que había sentido que este era su momento y poco a poco dio alcance al británico. El escocés, no obstante, volvió a romper y cerró el set al resto.
Del Potro reaccionó. El argentino tomó carrerilla y su ventaja fue significativa. Aún fresco, estaba protegido por un servicio poderoso. Y la derecha le funcionaba a la perfección. No llegó el campeón a tiempo de equilibrar la situación y el set fue del sudamericano por 6-4.
El tenista de Tandil, ahora instalado en el puesto 141 del ránking, consecuencia de su larga ausencia por la lesión de muñeca, se dio un respiro. Y Murray lo aprovechó. Perdió efectividad y puntería Del Potro y sus errores facilitaron una victoria solvente de su adversario.
La duración empezó a hacer estragos en ambos. Con menor precisión cada uno cedía su saque de forma consecutiva. Los cuatro primeros juegos cayeron del lado del restador. Murray aguantó el tipo. Del Potro se situó con 5-3 y el saque de su lado. Pudo cerrar el set y alargar el juego. Las fuerzas eran ya escasas.
El escocés, que ha madurado en esto, mantuvo el tipo. No solo se defendió, sino que ganó cuatro parciales de carrerilla para dar un giro a la situación y cerrar el triunfo de oro.