Soy español. No me gusta la caza, ni los toros. No me gusta el flamenco ni la copla, aunque los respeto por su complejidad técnica y artística. No voy a misa los domingos ni me entusiasma la Semana Santa. Soy feminista y creo en los derechos de las personas LGTBI. Pienso que Franco fue un traidor a España y un genocida. Creo en el Estado de las Autonomías y pienso que se debería reforzar el Estado del Bienestar. Por alguna razón, pongo los derechos por encima de las excusas sobre economía que esgrimen los neoliberales para justificar que se conviertan en un negocio. Y, a pesar de ello, soy español.
No soy cristiano y defiendo la aconfesionalidad del Estado. No entiendo que una confesión concreta reciba dinero de las arcas públicas mientras las demás se financian por medio de sus adeptos. No entiendo que aún haya algún temblor de piernas cuando se pronuncia la Conferencia Episcopal ni que parezca que hubiera bula (nunca mejor dicho) en el seno de la Iglesia para que se pase de puntillas por sus casos de pederastia. No entiendo que la Iglesia use Cáritas para amenazar contra la posibilidad de cobrarle el IBI de sus inmuebles mientras tiene medios de comunicación como la COPE con presentadores tan bien pagados como Carlos Herrera. Y, sin embargo, soy español.
Creo en la justicia social y en topar los precios de los servicios básicos. Sí, creo que todo habitante del Estado español tiene que poder comer tres veces al día, vivir bajo un techo digno y tener acceso a luz y agua. Creo que ya está bien de bancos que no asumen sus responsabilidades en la pasada crisis financiera mientras subían sus márgenes de beneficio y de cadenas de distribución de alimentos que suben los precios injustificadamente ante cualquier contexto que les sirva de pretexto. Creo que quien más tiene debe aportar más a la sostenibilidad del Estado y los servicios públicos. Y, aunque les cueste creerlo, soy español.
No me parece una amenaza ni una invasión la llegada de inmigrantes. No me preocupa que personas que lo pasan mal busquen una oportunidad en mi país o lo tengan como destino transitorio mientras llegan a otros países europeos. ¿Acaso no hemos expoliado sus países de origen o intervenido en guerras que los han devastado? ¿Acaso no haríamos lo mismo si estuviéramos en su lugar? Tampoco creo amenazada nuestra cultura ni nuestras costumbres, como no intentaría que los que vienen de fuera abandonaran las suyas. Pues sí, puedo pensar de esta manera y seguir siendo español.
No niego el terrorismo machista, que ha segado casi el doble de vidas en la mitad de tiempo que el terrorismo de ETA. Creo que no debemos invadir el espacio de nadie para incomodar con un piropo si venir a cuento y que solas y borrachas deberían poder llegar a casa. Si yo puedo salir sin miedo, quiero lo mismo para ellas. Creo que quedan techos de cristal por romper y no me siento amenazado por necesitar su consentimiento para mantener relaciones. De hecho, prefiero que sean deseadas en vez de consentidas. No me siento en peligro por los avances feministas porque no deseo tener ninguna posición de privilegio frente a las mujeres. Prefiero caminar a su lado. Y sí, soy español.
No creo que la manera de amar deba condicionar la vida ni la muerte de nadie. Creo firmemente que morir o ser agredido al grito de "maricón de mierda", "bollera" o "travelo" resta más dignidad a la sociedad de mi país que a quien recibe esos insultos entre una lluvia de golpes. Pienso que un niño tiene derecho a ser adoptado y querido, sin importar cuántos papás o mamás se encarguen de su crianza. Por raro que les parezca, soy español.
No odio a catalanes ni vascos. Sí creo que creando un país mejor haríamos que quisieran quedarse. No pienso en absoluto que un referéndum sea un golpe de estado sino una manera de tomar el pulso a una sociedad, la de esos territorios, dividida entre los que quieren independizarse de España y los que no. Pienso que escuchando su voz podemos avanzar como país. Hablo gallego, chapurreo algo de catalán y me encanta esa riqueza cultural que aportan las lenguas cooficiales. Euskera, valenciano, bable... Y me gusta escuchar a las Tanxugueiras. Pueden creerlo, soy español.
Y con esto lo que vengo a decirles es que no estoy dispuesto a que unos señores desde su poltrona hablen de los españoles, excluyéndome de ese título que otorga la nacionalidad, por no ser machista, racista, cristiano y no frecuentar reuniones de las de café, copa, puro y puticlub; por no ser taurino, homófobo, nostálgico ni cañí. No hablen en mi nombre para decir que los españoles están hartos de esto y aquesto, que harán tal o cual cosa, porque no me han preguntado. No identifiquen a los que habitamos, amamos y sentimos nuestro país con su forma de pensar, de entender o hasta de odiar. No lo hagan porque, aunque no comparta sus ideas ni concepto de identidad, yo soy español.