Dicen los físicos que a toda fuerza o acción que ejerzamos, siempre se contrapone otra igual y de sentido contrario. Las madres también tienen su propia versión del tercer principio de la dinámica, ese que nos dice que si no le haces caso, te vas a enterar de lo que vale un peine.
Pero de un tiempo a esta parte, en España no se cumplen las leyes de la física, y las acciones no tienen una respuesta adecuada; la impunidad se ha asentado tan a fondo en nuestra sociedad que hemos llegado a asimilar que todo vale, que no pasa nada.
Puedes vociferar desde la portada de tu periódico que el Islam nació matando, y nada sucede. Se tergiversa una fotografía en la que aparece una mujer con velo, transformando el dolor de una muerte en un insulto, y se quedan tan anchos. Tampoco ocurre nada cuando difaman, mienten e inventan, como perdigueros que lamen la mano que les azuza contra el disidente.
Políticos y cargos públicos roban a manos llenas, casos aislados que infestan nuestra democracia, pero no pasa nada. Se llevan por delante a quien haga falta, revientan un partido, ponen todas las trabas que pueden con tal de defender no se sabe bien qué intereses bastardos, traicionan a sus votantes, pero da igual porque no tendrá consecuencias.
La Justicia se levanta la venda que tapa sus ojos, y le pregunta a la violada por qué no cerró bien las piernas, le echa en cara al niño acosado que no se adapta al colegio por que no quiere, a pesar de que escriba notas pidiendo la muerte antes que volver a las aulas en la que se convierte en objeto de burla.
Desnivela su balanza hacia el lado donde ve más trajes de marca. Pero no pasa nada.
Seguirán mintiendo, robando y traicionando, porque millones de personas no lo tienen en cuenta, y volverán a votarles tapándose la nariz con pinzas, continuarán comprando periódicos escritos sobre papel higiénico, porque no ha de pasar nada.
Tienen suerte de que en este país no gobierne una madre con una zapatilla en la mano.