Andan las aguas entre la vieja política revueltas, arremolinadas y turbias, molestos con las maneras, ademanes y gestos de sus nuevos vecinos de escaño.
Y es que esa panda de advenedizos han tenido la ocurrencia de venir vestidos de cualquier manera, con unos pelos y unas melenas que no están acordes con el lugar que ocupan y la labor que ejercen. Al Congreso se va bien peinado y de traje, y da igual que te comportes como un hincha de un equipo de fútbol de tercera o te dediques a tocarte los pelos de las ingles a modo de arpa. Lo que importa es lo que importa.
Por no hablar de esa manía de convertir los escaños en un tendedero, colgando camisetas mugrientas y pancartas con mensajes bolcheviques y bolivarianos en defensa de los trabajadores. Al Parlamento se va a defender lo que hay que defender, y no por eso vamos a estar colgando logotipos de empresas eléctricas por todo el graderío.
Eso sí, a la mínima de cambio se les ven las costuras, y se les pilla en un renuncio, hinchándose a refrescos de cola en el comedor mientras desde las gradas piden el boicot a esos mismos refrescos. Y luego quieren hablar de Gürtel, de Púnica, de pelotazos urbanísticos y puertas giratorias. Si es que pierden toda la credibilidad..
No hacen más que quejarse de que en este país se están perdiendo las libertades, y que cualquiera puede ir a la cárcel por un chiste, mientras que los que se lo han llevado calentito andan tranquilos, durmiendo en sus casas, y sin visos de que devuelvan un duro. Hombre, pues el tiempo que han perdido haciendo gracietas podían haberlo invertido en buscar mejor una pareja.
En fin, guardemos un poquito las formas y las maneras, que lo suyo es que se sigan pasando la pelota de uno a otro como hasta ahora, que el traje los iguala a todos, al honrado y al ladrón y así es más difícil distinguirlos. Guardemos las formas, vaya a ser que alguien se las lleve.