Me imagino la cara de Ana Patricia Botín cuando encendiera su móvil, abriera su aplicación favorita de compra venta de objetos de segunda mano, y se encontrara un banco a un precio menor que el de un mitad doble. Le faltaría tiempo para apretar con ansia el botón de comprar, sin importarle a nadie qué pasaría con todos aquellos que invirtieron sus ahorros en acciones y que ahora pueden usarlas para calentarse en invierno. Qué más da, cuando lo realmente importante es que el responsable de la impoluta gestión del Popular se va a casa con la cartera alicatada hasta el techo. Los negocios son negocios, pero siempre han habido clases.
Porque eso es lo que nos distingue a unos de otros, aunque hayamos amanecido en este mundo desde el mismo sitio. Y entre los de la misma clase, estrato social, tribu urbana o pandilla, hay que defenderse. Si no que le pregunten a Montoro y a su amnistía fiscal. Tú, querido lector currante, pagas tu parte de la tarta, rondando entre un 20 y un 47% de tus ingresos, pero eso te pasa porque eres de baja estofa. Si fueras de alta alcurnia, o uno de esos que ahora llaman emprendedor de éxito, seguro que habrías metido esos eurillos de más de beneficios en algún chiringuito fiscal, sin más preocupación que pagar un 10% si deseabas regularizarte, blanquearte o transparentarte. Tócate ahí la rebaja. Pero como no fue suficiente, el gobierno facilitó más las cosas, permitiendo que se incluyera el dinero en efectivo en la rebaja fiscal. De esa forma, se colaron por el agujerito del Sr. Montoro los ahorrillos de traficantes y narcos que andaban abultando de manera escandalosa bajo sus colchones.
Entre pitos y flautas, pagas, en porcentaje, más por el IVA de tu barra de pan diaria que uno de esos defraudadores que dan lustre y esplendor a la marca España por sus mangancias. Pero no te agobies, que no es culpa tuya, que va, si tú no les ha votado, ni les permites que robar, malversar, prevaricar o no acatar la ley les salga barato. Precios populares, no. Precios para populares.
